Las 9 cualidades de un escritor creativo

Este artículo pertenece al proyecto WriterMuse: creatividad para escritores, que finalizó en septiembre 2018. Encontrarás todos los artículos publicados bajo la etiqueta WriterMuse. Si te preguntas qué fue de WriterMuse, he escrito un artículo para contártelo; en el mismo podrás bajarte, además. todos mis recursos de escritura creativa.

La creatividad es una flor tan delicada que las alabanzas la hacen florecer poco a poco, pero la desaprobación suele cortarla de raíz. La creatividad no es algo que puedas abrir y cerrar como un grifo; es una experiencia y una expresión de nuestras vidas que debemos nutrir. El proceso de nutrirla implica que la creatividad es al mismo tiempo una habilidad, un arte y un estilo de vida.Alex Osborn

El artículo de hoy versa sobre las cualidades de un escritor creativo y cómo puedes cultivarlas en tu vida. Ya he hablado sobre lo que es la creatividad (y los factores negativos que la anulan) anteriormente, pero el campo de la creatividad es infinito y nos queda muchísimo por explorar (y a mí artículos por escribir 😊).

Hoy te hablaré de las fases de la creatividad y de las cualidades esenciales del escritor creativo, ambas esenciales para comprender ese estilo de vida creativo del que hablaba Osborn. Estas cualidades se trabajan día a día, no son intrínsecas o innatas, y por eso necesitas conocerlas para empezar a incorporarlas a tu día a día.

La creatividad se trabaja día a día, igual que la escritura.

Fases de la creatividad

La combinación de ideas para generar una nueva, el resultado de la creatividad, no es una actividad aislada del resto de actividades cotidianas. Es cierto que hay ejercicios para generar ideas, (tormentas de ideas, listas, escritura automática, binomios fantásticos…), pero estos son solo una parte del proceso; el trabajo creativo en realidad se desarrolla por fases.

 

La primera fase del proceso creativo es la recepción, activa y pasiva. Recibir información de fuera, en crudo y sin procesar. Si utilizamos la analogía culinaria, esta fase sería el viaje que haces  al súper. Vas a por algo concreto (recepción activa), pero acabas comprando media tienda: hay muchas cosas que te influyen en la vida sin que tú las busques específicamente (recepción pasiva). El mundo es un gran supermercado que va arrojando ideas a tu carro de la compra, las quieras o no, pero si estás atento y transitas los corredores de alimentación saludable, las ideas que te caerán serán más provechosas (lee buenos libros, disfruta de películas de calidad, viaja…).

 

La segunda fase es más sesuda: la elaboración; es decir, cocinar las ideas. Por lo general, cuanto más prepares el plato –es decir, más tiempo le dediques a pensar en el problema, buscar soluciones alternativas, etc.–, más posibilidades tienes de que te salga bien el guiso. (Pero no tiene por qué, yo me he esmerado mucho con algunas tortas que han salido catastróficas). Cocinar es aplicar activamente las herramientas de creatividad de las que dispones: soñar despierto, hacer listas, escribir mapas mentales, emplear elementos aleatorios, etc.

 

La tercera es la que más a menudo se ignora, pero nada sucede sin esta última, la digestión. En el proceso digestivo de ideas es cuando todo lo que has incorporado a tu guiso (y la manera en que lo has cocinado) se asimila a tu cuerpo, es decir, a todo lo que ya tenías dentro de ti, una vastedad insondable de información, experiencias y sensaciones. Es gracias a este tercer punto que puedes conectar ideas aparentemente inconexas.

 

Mi cocina no se parece en nada a esta. Bueno, sí, en la copita de vino olvidada en un rincón mientras la sartén prende fuego.

Las 9 cualidades de un escritor creativo

Entusiasmo

Escribe sobre lo que agite algo en tu interior, sobre esa pregunta que te inquieta, sobre ese algo que necesitas compartir con el mundo… Si escribes siempre con esta energía, relato a relato y escena a escena, querrás sentarte a escribir y tendrás algo que decir cuando lo hagas.

 

A veces nos olvidamos de lo que nos entusiasmaba sobre nuestra historia y escribirla se vuelve una obligación, pierde el sentido, nos aburre.

 

Es normal, un libro te acompaña muchos meses o años y mucho cambia a tu alrededor antes de que esté listo. Puede que la idea original ya no resuene contigo o puede que estés perdido en una maraña de tramas y personajes y te hayas olvidado de lo que te impulsó a escribir la primera palabra.

Escribir en condiciones de aburrimiento o desidia no tiene sentido. En estos casos, encontrar el entusiasmo se vuelve una necesidad.

 

Tampoco tiene sentido abandonar la historia a la primera de cambio. A veces lo único que necesitas es echar la vista atrás y recordar por qué querías escribirla; otras veces lo que necesitas es replantearte algunas cuestiones, cambiar el foco.

 

Lo que seguro que no va a funcionar es seguir escribiendo sin entusiasmo.

 

Cómo practicar el entusiasmo

Recuperar el entusiasmo por un proyecto puede ser tan sencillo como hacerse las preguntas adecuadas: ¿por qué quiero escribir este libro?, ¿qué hace a este personaje interesante?, ¿qué relación tiene este texto conmigo? Haz una lista de al menos diez cosas que te entusiasman sobre tu libro y recurre a ella antes de empezar tu sesión de escritura.

 

Antes de escribir una escena en particular, pregúntate qué es lo que más te gusta de esa escena. Saberlo te proporcionará el foco necesario para hacer brotar las palabras.


¿Habéis visto los nuevos paraguas con lucecitas? Yo también estaría entusiasmada si tuviera uno, constantemente, lloviera o no.

Gratitud

Igual esto te suena muy New Age, pero es que los libros de autoayuda no andan tan desencaminados: la gratitud y la sensación de abundancia son fundamentales para el acto creativo. Cuando practicas la gratitud, reduces el estrés y te anclas en el momento presente.

 

La gratitud es uno de los antídotos contra la ansiedad y el miedo porque reemplaza la habitual cantinela de preocupaciones con pensamientos positivos. En Cómo vencer a la Resistencia te contaba que la reticencia que experimentas a iniciar un trabajo creativo proviene del miedo, y que si lo enfrentas (relajándote, practicando la gratitud) sentarte a escribir será mucho más sencillo y requerirá menos fuerza de voluntad.

Cuando experimentas emociones positivas, tu habilidad para resolver problemas y generar ideas se incrementa; con las negativas, se reduce (según dicen todos estos estudios).

 

Si creas desde un lugar de carencia, las ideas no acudirán a ti. No hay nada como decirse que no puedes o que no eres creativo para poner en marcha los mecanismos del autosabotaje. Sin embargo, si crees que ya eres creativo y que puedes lograr lo que te propones, esta actitud positiva estimulará tu creatividad.

 

Cómo practicar la gratitud

La gratitud se basa en reconocer todo lo que tienes y sentirte agradecido por ello.

 

Un ejercicio para practicar la gratitud puede ser anotar cada mañana o cada noche en una libreta cinco cosas por las que estás agradecido, aunque sean nimiedades. Este simple gesto cambiará cómo percibes tu vida; de repente no todo es negro sino que hay muchas cosas buenas en ella que das por sentado y, por tanto, no disfrutas.

 

También puedes estar agradecido de poder dedicarle tiempo a tu vocación creativa y de avanzar tu novela día a día, aunque sea un poquito.


Agradezco todos los días al universo un gato tan hermoso como el mío.

Curiosidad

La curiosidad es la amplitud de onda de tu antena receptora. Cuanto más curioso seas, más señales recibirás del mundo exterior y más nutrirás a tu Musa.

 

Lo contrario de la curiosidad es sentir que no puedes aprender nada nuevo, en general o de una situación en particular. Esto hará que te cierres y que, en efecto, no aprendas nada nuevo.

 

¿A ti no te fascinan los escritores que son capaces de comentar sobre la cría del avestruz, el IBEX 35 y el ciclo hidrológico en una misma novela? ¿O los que señalan detalles del mundo cotidiano a los que nunca habías prestado atención? Esos son escritores curiosos que saben que todo está relacionado.

 

La curiosidad es ese atributo que te permitirá estar presente, y estar presente es lo que necesitas para captar los detalles sobre la vida que harán que el lector sienta que estás poniendo en palabras sensaciones que él ha sentido siempre.

 

Cómo practicar la curiosidad

Apúntate a un curso al azar en alguna plataforma online de aprendizaje, como Khan Academy o Coursera; ve vídeos en youtube sobre alguna de esas materias que detestabas en la escuela; ve a la biblioteca y métete en una de esas secciones donde nadie iría a buscarte; pregúntale a alguien por su trabajo, aunque no te interese lo más mínimo (te sorprenderás).

 

Interésate por temas que, a priori, te parecen lo más insulso del mundo: los entresijos del derecho portuario, los ingredientes de la caja de cereales, el comentario de tu vecino sobre el tiempo… ¿para qué podrían servirte? ¡Quién sabe! Quizá tu próxima novela esté ambientada en alta mar, o puedas inspirarte en la manera de gesticular de tu vecino para tu villano.


Videojuegos vale, pero fútbol no, por favor. No me hagáis esto, os lo suplico.

Presencia

Rara vez estamos atentos más que a una o dos cosas, y menos aún si estamos atrapados en la caja de resonancia de nuestra mente, repasando la lista de la compra, respondiendo al chat del móvil o rememorando las hazañas de la juventud o del finde pasado.

 

Mientras lees esto, ignoras una infinidad de estímulos y sensaciones: el paso del aire por la nariz, el zumbido de fondo de los aparatos electrónicos, la tensión de los hombros o cuello, los objetos que descansan sobre la mesa, el tenue olor (hedor para algunos) a col del piso del vecino…

 

Te aíslas en el cubículo de tu mente esperando a que algo especial venga a reclamar tu atención, o te refugias en el móvil, con el que siempre puedes contar para proporcionarte estímulos. Sin embargo, si esperas a que algo extraordinario suceda para empezar a prestar atención, nunca te darás cuenta de nada (y no podrás escribir sobre nada).

Si desecho lo ordinario –en espera de que lo especial, lo extremo, lo extraordinario sucedan– puede que se me pase la vida.Dani Shapiro

Sin embargo, si estás presente en lo ordinario, te darás cuenta de que es mucho más interesante de lo que creías, y hallarás un intenso placer en los pequeños detalles ocultos y en descubrir formas de hablar de lo ordinario con palabras extraordinarias.

 

Cómo practicar la presencia

Meditar es una forma de hacerlo, pero, al contrario de lo que se cree comúnmente, no hace falta estar sentado en la pose del loto y con una música de campanitas para meditar. Andar por la calle puede ser un ejercicio de meditación si estás atento a lo que sucede a tu alrededor y en tu cuerpo en lugar de dejarte llevar por el pasado y el futuro.

 

Practica la presencia para darte cuenta del mundo en el que vives y poder escribir sobre él: las expresiones en los rostros de los viandantes, el olor de la avenida recién asfaltada e incluso tus propios sentimientos, cuando te separas un poco y dejas de ser zarandeado por ellos.


Es difícil no estar presente cuando anochece así de bonito. (Portballintrae, Irlanda)

Diversión

Divertirse implica tomarse las cosas menos en serio y permitirse experimentar. Una actitud de juego frente al trabajo creativo hace que se rompan los límites de lo posible y aparezcan ideas más espontáneas y frescas, ideas que suelen estar escondidas porque las consideras inadecuadas, ridículas, imperfectas.

 

Las ideas que habías desechado pueden ser, en efecto, inutilizables, pero estas pueden llevarte a otras que sí son válidas. Nunca lo sabrás hasta que dejes de recorrer la estrecha celda de tu prisión mental; la diversión tiene un poder liberador.

Una actitud abierta a la espontaneidad te libera de las restricciones impuestas por el género de la historia, por la trama y por ti mismo.

 

Si estás abierto a pasártelo bien escribiendo, puede ocurrirte como a Philip K. Dick, que en Fluyan mis lágrimas, dijo el policía (menudo nombrecito) detuvo la acción durante dos páginas para contarnos una historia sobre un conejito que de ninguna manera venía a cuento ni volvía a tener relevancia más adelante. Un episodio que muchos editores le habrían aconsejado recortar (y probablemente lo hicieron), pero que, como estaba tan bien narrado, acabó quedándose y deleitándonos a todos con su espontaneidad.

 

Pero no hace falta que busques siempre lo más extravagante, una moderada actitud de juego puedes tenerla en cada sesión de escritura: el juego como ausencia de crítica y expansión de las posibilidades.

 

Cómo practicar la diversión

Pregúntate cómo hacer tu proyecto más divertido. Al hacerlo, conectas con el entusiasmo y consideras las ideas de forma menos crítica: «Es solo un juego, vamos a ver a dónde nos lleva».

 

Mientras escribes, acepta y celebra cuando se te ocurra algo fuera de lo corriente, en lugar de borrar esa frase que te ha salido sin pensar. No editar mientras escribes, ¿recuerdas?

 

Puede que después tengas que eliminar bastantes ocurrencias, pero por el momento el juego debe servirte para eliminar presiones y darle cancha a tu Musa.


Hace falta poco para divertirse en el Moulin Rouge (incluso en la entrada).

Disfrute

Para ser creativo debes ser capaz de cuidar de ti mismo, pues la creatividad depende de tu capacidad para abrirte a la vida. La negatividad, el autosabotaje, las exigencias desmesuradas, la autocrítica, etc. generan miedo, paralizan y encierran a la mente en un círculo de ansiedad y preocupación. El disfrute, por el contrario, abre las puertas a la experimentación y al juego, a escribir sin importar el resultado.

 

El estudio Death, Bereavement and Creativity de Kathryn Graddy y Carl Lieberman (2017) muestra que las obras que artistas famosos crearon en etapas de duelo y depresión son de media un 35% más baratas en subasta que las producidas en años felices.

 

Ha hecho mucho mal la idealización del artista depresivo porque tiene más morbo la historia de un alcohólico en la miseria que triunfaba contra todo pronóstico, pero esta imagen no se corresponde con la mayoría de los artistas ni representa verdaderamente el genio.

 

Cómo practicar el disfrute de la vida

Hay muchas maneras. En primer lugar, estar presente te ayudará. También celebrar tus éxitos y recompensarte por ellos, y disfrutar del camino que  estás recorriendo, palabra a palabra, en lugar de fijarte en lo que aún te queda (la montaña parece que siempre está en el horizonte, nunca bajo tus pies).

 

Para empezar a disfrutar, empieza a hacer cosas solamente para ti, como ir a un restaurante solo, al cine o a una exposición, o simplemente acotar un tiempo para hacer algo que disfrutes y que no sea productivo (a lo mejor te gusta escuchar un tipo de música que en tu casa aborrecen o te apetece hacerte un gin tonic a las cinco de la tarde).

 

Escribir también forma parte de este disfrute: es para ti y es sagrado.


Sea cual sea la pregunta, los animalicos son la respuesta.

Independencia

Emily Dickinson escribía por la noche para que no la distrajeran, Virginia Woolf necesitaba una habitación (A room of one’s own) (y bastante pasta) para poder escribir novelas, y Elizabeth Barrett Browning estuvo postrada en la cama durante muchos años, librándose así de las tareas domésticas que interrumpían su flow de Dickinson. Todas estas mujeres reclamaron un espacio propio para poder escribir.

 

Ese espacio propio debe ser tanto mental como físico. La escritura es un oficio solitario que debe desarrollarse en privado y sin interferencias de fuera, y para ello debes contar con un espacio diseñado específicamente para que te aísles y trabajes. (Puede que seas un raro espécimen de cafetería: en ese caso, sigue siéndolo. Si te funciona, perfecto).

 

El espacio mental es incluso más importante que el físico, porque si no hay más remedio puedes ser creativo donde sea, pero no podrás serlo nunca si no consigues separar una porción de tu vida, grande o pequeña, para tu vocación creativa. Si escribes bajo la presión de que pueden llamarte o irrumpir en tu oficina en cualquier momento, o si tú mismo estás dispuesto a abandonar tu trabajo creativo a la mínima que requieran algo de ti, estarás faltando a tu compromiso contigo mismo como persona creativa.

 

Piensa en estos dos espacios, el físico y el mental, como tu independencia. La necesitabas cuando eras adolescente y la sigues necesitando ahora, por muchas responsabilidades que hayas ido adquiriendo. Si te falta es porque te has anulado, seguramente en favor de otros o por miedo a dedicarte a tu vocación.

Necesitas tener un espacio físico para escribir y un espacio mental donde no irrumpan los demás para poder ser creativo, pero también para poder vivir mejor.

 

Tener un espacio propio no es, en absoluto, ser egoísta. Si te falta el espacio para escribir, o para cualquier otro proyecto que sea importante para ti, es probable que tus relaciones con los demás sean tensas. Puede que les reproches que te falta tiempo para ti mismo, pero ese tiempo no está en sus manos: solo tú puedes dártelo.

 

Cómo practicar la independencia

Designa un lugar y una hora para escribir e informa a los demás de que no te deben interrumpir salvo que sea una urgencia.

 

Si te agobia estar reclamando demasiado, empieza con muy poquito (un cuarto de hora) y ya irás aumentando el tiempo poco a poco. La clave está en reforzar el hábito cada día para acostumbrarte a defender tu espacio creativo, sobre todo contra tu propia procrastinación.


Escalar una montaña, el epítome de la libertad. Pero para mí es más difícil conquistar mi tiempo.

Compasión

El acto creativo te hace vulnerable a la crítica de los demás, pero, sobre todo, a la tuya propia, porque solo tú tienes acceso a las partes menos favorecidas de tu trabajo, a los defectos más graves, a las ocurrencias más ridículas, y si las juzgas con el mismo espíritu crítico que el trabajo de profesionales, pulido tras muchos años de esfuerzo, es normal que te sientas insatisfecho.

 

Pero si en vez de juzgarte duramente, eres compasivo contigo mismo, será más fácil que puedas seguir invirtiendo energía y pasión en la escritura. Al fin y al cabo, ¿quién trabaja mejor, el que se cree incapaz y se fustiga o el que se dice que es mejorable pero que puede conseguirlo?

 

También fallarás en los hábitos. Muy pocos escritores han llevado hasta la tumba el hábito de escribir todos los días de su vida. Si te mortificas por haber fallado, el desánimo hará que te cueste mucho más volver a emprender la tarea al día siguiente.

 

Cómo practicar la compasión

Para ser compasivo contigo mismo tienes que cuidar lo que te dices y comprender que eres humano y que habrá ocasiones en que no cumplas tus expectativas. Trátate como tratarías a tu mejor amigo si intentara emprender algo tan difícil como lo que estás haciendo tú.

 

Sé compasivo cuando rompes un hábito y cuida lo que te dices. «No pasa nada, al día siguiente lo retomo» es mucho más efectivo que «He vuelto a fallar, no valgo para esto».

 

Otros argumentos útiles contra la autocrítica: «Puede que haya fallado una vez, pero lo he logrado otras diez», «Hoy me he sentado a escribir y he avanzado 100 palabras: mejor que cero», «Tal vez tenga que editar esta escena, pero al menos la he escrito y he avanzado la novela».


Revisa tu trabajo terminado desde la positividad: «Yo puedo arreglarlo» en vez de «Esto es un desastre». Todos los errores que detectes son errores que puedes corregir; y los que no captes, tus lectores beta te ayudarán a subsanarlos.

Constancia

Ya sabes que necesitas constancia para finalizar un proyecto y para separar una pequeña (o gran) parte de cada día para trabajar en tu novela. Pues para desarrollar la creatividad necesitas un tipo de constancia similar, pero orientada a ti mismo, no a un proyecto concreto. Necesitas ser constante con los nuevos hábitos.

 

Todas las características que hemos visto arriba se pueden cultivar. Aristóteles consideraba que la virtud ética era un hábito, por lo que si quieres ser una persona curiosa, entusiasta, compasiva…, tienes que desarrollar el hábito de cada una de estas cualidades.

 

Eso sí, tómatelo con mucha calma y utiliza la compasión como base de todo, porque habrá veces que fallarás, sobre todo si te planteas objetivos inalcanzables.

 

Cómo practicar la constancia

Asegúrate de que tu acción diaria sea pequeña y alcanzable hasta que hayas desarrollado el hábito. Esto te ayudará a vencer a la Resistencia inicial y a asentar la nueva acción en tu rutina: una vez el hábito esté asentado realizarás la acción casi sin darte cuenta, sin requerir motivación ni fuerza de voluntad. Recuerda que son necesarios, de media, 66 días para fijar un hábito y hacer que se vuelva automático, es decir, que no requiera fuerza de voluntad para ponerlo en marcha.

 

Busca un desencadenante para la acción que quieres convertir en rutina: un hábito que ya tengas y que te sirva de recordatorio para el nuevo hábito. Por ejemplo, si te haces una taza de café todas las mañanas, utiliza el café para encender en ese momento el ordenador y ponerte a escribir.


Por constancia no será, porque yo hago esto todos los días y no me llegan las manos casi ni al suelo.

Más sobre ser un escritor creativo

Si quieres saber más sobre hábitos creativos, te recomiendo que te pases por estos fantásticos artículos:

 

Conclusión

La creatividad no llega como un fogonazo sino que es el resultado de un proceso que tiene tres fases: recepción, elaboración y digestión. Para poder atender a este proceso y facilitar que tu Musa haga su trabajo, necesitas cultivar una serie de virtudes.

 

Para ser creativo necesitas entusiasmo, presencia, curiosidad, compasión, independencia… Y, sí, todas estas características que parecen intrínsecas a la personalidad de cada uno no lo son: son el resultado de hábitos que las alimentan.

 

Ser creativo es una elección que haces, una particularmente difícil: tienes que plantar los pies y decidir que la creatividad y la escritura son importantes para ti, dejando de lado otras cosas que no lo son y que te perjudican. Pero, si lo haces, encontrarás una felicidad verdadera. No en haber escrito un bestseller o en poder llamarte «escritor», sino en haberte encontrado a ti mismo.

 

Mucho ánimo, compasión y constancia en tu viaje hacia la creatividad.

¿Estás cultivando alguna de estas virtudes o flaqueas en alguna? ¿Cuál es la más importante para ti?

5 Comments on “Las 9 cualidades de un escritor creativo”

  1. ¡Gracias por la mención, Marta! Un honor siempre. Suscribo totalmente tus palabras. Pienso que la mejor arma de un escritor es su voluntad, y que la misma pueda alimentarse día a día por experiencias positivas, incluso en las situaciones menos afortunadas.

    Mientras existan las ganas de hacer arte, no hay un límite para las palabras. ¡Un abrazo desde este lado del charco, Marta! Excelente contenido.

    1. ¡Gracias a ti, Miguel! Totalmente de acuerdo: la voluntad de querer ser creativo, que es, para mí, lo mismo que querer SER. No es fácil porque lo que ya hemos sido hasta el momento se rebela y nos pone obstáculos (o más bien nos los ponemos nosotros), pero es la única manera de vivir plenamente.

  2. Increíble, Marta. Este es mi post favorito. Me ha parecido uno de los posts más instructivos y completos que he leído sobre la creatividad. 😀

    Me encantan las nueve cualidades que has mencionado.

    Y, por cierto, ¡tienes un gato muy bonito! Y por lo que se ve, algo dormilón. 🙂

    1. Pues creo que no he llegado ni a rozar la superficie del tema. Me gustaría hacer un estudio en profundidad, y de hecho estoy trabajando ahora con una amiga arteterapeuta que se ha formado en creatividad, a ver si podemos hacer algo interesante juntas. Creo que en general no sabemos ni el 1% de lo que somos capaces de hacer si estimulamos adecuadamente (y dejamos de frenar) nuestra creatividad. Así que habrá más posts como este que espero que sean aún más esclarecedores.

      Siento una fascinación absoluta por todos los gatos y en especial por el mío. Está muy gordete y estoy segura de que es secretamente un maestro zen, como diría Eckhart Tolle ?.

  3. Pingback: 5 consejos para despertar la creatividad a la hora de escribir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *