Aprende de El nombre del viento: Lectura crítica

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Este artículo pertenece al proyecto WriterMuse: creatividad para escritores, que finalizó en septiembre 2018. Encontrarás todos los artículos publicados bajo la etiqueta WriterMuse. Si te preguntas qué fue de WriterMuse, he escrito un artículo para contártelo; en el mismo podrás bajarte, además. todos mis recursos de escritura creativa.

Para mejorar como escritor hace falta leer, y mucho, pero sobre todo hacer una lectura crítica, fijándote en la manera en que el autor avanza la trama, los efectos que consigue con el lenguaje, la forma en que construye los diálogos…

 

Hoy vengo con mi lectura crítica de El nombre del viento, una novela de fantasía de Patrick Rothfuss, muy conocida, apreciada y galardonada, así que tenía que leerla para saber cómo estaba hecha por dentro.

 

El nombre del viento está muy bien estructurada: todo encaja en su sitio y las escenas suceden unas a las otras produciendo un ritmo variado y planteando preguntas que invitan a seguir leyendo. Pero, ¿sabes qué es lo mejor de todo?

Lo mejor de El nombre del viento

De lo que más puedes aprender de El nombre del viento no es de su ritmo modulado, la empatía que despierta el protagonista o el trabajo de worldbuilding del autor, sino de la página de agradecimientos.

«[A] todos los lectores de mis primeros borradores. Sois muchísimos, demasiados para que os mencione a todos, pero no para que os ame a todos. Si seguí escribiendo fue gracias a los ánimos que me disteis. Si seguí mejorando fue gracias a vuestras críticas.»

Rothfuss ha trabajado durante 7 años para publicar esta novela. Me encantaría saber cuántos borradores produjo hasta que todas esas personas le dijeron «esto ya está (casi) perfecto».

El nombre del viento fue alguna vez un primer borrador leído y criticado por muchísimas personas, reescrito infinidad de veces.

 

Espero que saber esto te ayude a encarar tu primer borrador desastroso. Si Rothfuss utilizó las críticas de sus primeros lectores para mejorar su novela, tú también puedes.


Portada de la edición francesa © Marc Simonetti

Un pequeño resumen sin spoilers de El nombre del viento

El nombre del viento es el primero de tres libros que narran las aventuras de Kvothe, un héroe convertido en posadero que se ve llamado de nuevo a la acción cuando la influencia demoníaca llega al tranquilo pueblo que había escogido como retiro. A la vez que las arañas demoníacas llega un cronista, quien le solicita a Kvothe su relato.

 

En adelante el libro deja al Kvothe maduro y cansado del mundo y nos remonta a su infancia entre los Edena Ruh, artistas itinerantes, y su aprendizaje de manos de un arcanista. Pasa por una serie de periplos y acaba en la escuela de magia, donde empieza a forjarse su leyenda.

 

De esta manera aprendemos la relación de Kvothe con la magia, con los demonios, y especialmente con los Chandian, unas figuras legendarias que causan la destrucción allá donde van y cuyas motivaciones no conoce nadie.


Portada de la edición finesa © Tabbystardust

Mi primera impresión de El nombre del viento

El nombre del viento me sorprendió. Me esperaba algo mucho peor, la verdad. «Uy, y eso por qué?», te preguntarás. Bueno, pues porque soy un poco esnob, para qué te voy a engañar, y cuando a un montón de gente le gusta algo, como con Crepúsculo, sospecho. Pensé que El nombre del viento iba a ser una novela predecible y de poca profundidad estilística.

 

Me equivocaba. Es predecible, sí, pero a la manera de un buen cruasán: hay pocas maneras de hacer un buen cruasán. Es una receta infalible y casi inmutable que abarca los cinco continentes. Hay un buen motivo para que nos guste un cruasán de una manera y no de otra, y Rothfuss lo sabe.

 

Sin embargo, va siendo hora de que le quitemos la capa de caramelo y la cucharada sopera de azúcar, ¿no? ¿A quién le gusta el cruasán tan empalagoso? La fórmula del cruasán necesita una revisión, y lo mismo le sucede a El nombre del viento.

 

El nombre del viento abusa de ciertas fórmulas que han llegado a convertirse en clichés. Estos clichés no deberían repetirse salvo con una buena razón y un giro argumental tan inesperado que hiciera derrapar el libro (veremos en los siguientes libros si esto es así):

El héroe virtuoso

Nuestro héroe es un niño prodigio que igual vale para un roto que para un descosido y cuyo mayor defecto es la ignorancia y/o el orgullo: esto se ha contado muchas veces por motivos muy comprensibles, y es que nos gusta escuchar las proezas de gente más inteligente o más rápida que nosotros, pero me gustaría que el héroe, alguna vez, tuviera algún defecto menos comercial y que pusiera en juego nuestra empatía: envidia, mezquindad, cobardía, egoísmo, lujuria… Y que actuara erróneamente de acuerdo con estos defectos, para compensar tanto heroísmo.

Ay, el destino

Una serie de eventos desafortunados parecen ser todo lo que les impide a Kvothe y a Denna amarse. Esto está muy trillado. En la vida real sus circunstancias se sumarían a los errores cometidos por uno y por otro, porque el amor saca también lo peor de nuestra naturaleza, para hacernos de espejo y permitirnos corregirla. Si le tocara la lotería a Kvothe, sería afortunado en el juego y, de rebote, en amores, porque Denna podría dejar su trabajo de escort de una vez por todas.

Hermosa dama en apuros busca sugar daddy

El amor de nuestro protagonista es una chica sin oficio ni beneficio que se las arregla con el primero que pilla con pasta (aunque se nos da a entender que nunca entrega su virtud ni nada por el estilo; eso sería fantasía adulta, supongo); sin embargo, la única posibilidad que Denna tiene en la vida es depender de otros hombres, porque en el mundo de Rothfuss no hay igualdad de género. No pasa nada malo porque en tu mundo no haya igualdad, de hecho los lectores estamos habituados, pero se hace ya aburrido: ¿para cuándo una obra de fantasía en que las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres?


Al margen de estos clichés, El nombre del viento está bien escrita. Es un cruasán bien hecho aunque no muy innovador, una novela estructurada a la perfección y con partes de gran calidad estilística.


Ya vale de tanto cruasán empalagoso, por favor. ¡Menos azúcar y más hojaldre!

Qué puedes aprender de El nombre del viento

A distinguir las voces de los personajes

La nacionalidad, la clase social, la experiencia, los rasgos de carácter… son algunos de los factores que determinan cómo se expresan los personajes. Rothfuss lo sabe y lo hace patente en las conversaciones, de modo que no nos resulta difícil distinguirlos al hablar.

 

En las palabras de Kvothe distinguimos su calidad como actor: sabe qué respuesta se espera de él y qué efecto logrará con sus gestos y palabras.

«—Le aseguro que no pretendía hacerle daño, señor —dije fingiendo una profunda consternación—. Solo esperaba que notara usted algo de calor en el pie. El fuego no llevaba más de cinco minutos encendido, y no pensé que un fuego tan reciente, y al diez por ciento, pudiera causarle daño. —Hasta me retorcí un poco las manos; era el vivo retrato del alumno consternado.»

El discurso de Kvothe suele estar bien hilado y sin permitir pausas, salvo que se vea superado por la situación. Aquí un Kvothe hablando con una chica, mucho menos elocuente:

«—Es asombroso. La melodía es sumamente difícil. Y recordar toda la letra… —Me admiré en silencio unos momentos, sin parar de sacudir la cabeza—. Tienes un oído increíble.»

Wilem es el más taciturno de los amigos y reacciona con más dureza ante lo que le molesta. Además, su lengua nativa es otra y en ocasiones comete errores o pregunta palabras que desconoce, pero Rothfuss no rompe su gramática o imita gráficamente un acento extranjero porque esto repercutiría en el ritmo de lectura.

«—¿Estás haciendo algo ahora mismo? —le pregunté a Wilem.
—Estar aquí sentado —respondió él—. Respirar.»

Sovoy es noble, y su condición elevada le lleva a infravalorar a los otros casi sin darse cuenta. En sus palabras pueden observarse sus privilegios y cómo los asume como un derecho:

«—El padre de Simmon es un duque de pacotilla que obedece a un reyecillo de Atur. En los establos de mi padre hay linajes más antiguos que los de la mitad de vuestras mansiones atur.»

Pero también es noble de corazón y rectifica con palabras que hacen referencia a su condición:

«—Lo siento, Sim, tuyos sean mi casa y mi nombre.»

Y al ser modegano hace comentarios sobre la lengua y las costumbres:

«—Hylta tiam —continuó Sovoy—. Odio este sitio. El clima es absurdo e impredecible. La religión es primitiva y mojigata. Las prostitutas son intolerablemente ignorantes y descorteses. El idioma apenas tiene la sutileza necesaria para expresar lo repugnante que es esto…»

Kvothe ante las Astas del Toro, haciendo uso de su labia. Ilustración © Dan Dos Santos.

A variar el tipo de escenas para modular el ritmo

Una novela no es una sucesión de acciones que escalan la tensión de forma creciente hasta el infinito. Para que la lectura sea amena y los momentos de acción adquieran verdadera fuerza, tienes que intercalar escenas de acción con otras de reacción, más pausadas. Esto da lugar a una montaña rusa en la que el tramo relajado tiene la doble función de permitirte coger aire y de crear anticipación de la caída.

Por ejemplo, la escena en que Kvothe demuestra los principios de la simpatía ante el resto de alumnos, dejando en mal lugar a su profesor, no va seguida inmediatamente de la represalia del maestro Hemme. Entre medias Rothfuss inserta una breve escena de reacción en la que nos muestra a Kvothe y a sus amigos discutir lo sucedido y nos crea anticipación de lo que está por venir.


Un poco de descanso entre tanta acción. Ilustración © Dan Dos Santos.

A escalar lo que está en juego

Una novela, hoy en día, necesita acción y poner en juego el statu quo. El héroe o heroína están allí para ser el agente de cambio positivo, aprovechando el desastre externo o creándolo ellos mismos. Sin embargo, no puede ser todo una crisis global: no solo sería inverosímil sino que no permitiría escalar la tensión.

En El nombre del viento no siempre ocurren eventos de gran envergadura que afectan al mundo entero. El problema empieza pequeño: aparecen unas arañas demoníacas en su pueblo. También la historia de Kvothe empieza con acciones que solo le afectan a él y a la gente de su entorno. Con tres libros por delante, Rothfuss no puede empezar enfrentando a un Kvothe inmaduro contra los Chandrian.


Un lagarto grande. Ilustración © Dan Dos Santos.

A equilibrar la balanza

Cuando parece que Kvothe va a ganar, algo se lo arrebata en el último momento o aparece un elemento negativo que modera ese triunfo; igualmente, cuando Kvothe parece que no puede caer más bajo, se presenta una mano amiga o recurre a una habilidad o determinación que no sabía que poseía. Esto permite que nos alegremos de sus triunfos, bien merecidos, sin proporcionarle al héroe excesivas comodidades: un tira y afloja constante.

Kvothe ingresa en la Universidad y, al demostrar que es un estudiante excepcional, en lugar de pagar la matrícula obtiene tres talentos; sin embargo, a medida que se granjea la enemistad de algunos profesores y se topa con más problemas, su matrícula aumenta.

El propio Kvothe nos habla de sus dificultades, pero sabemos que al final se las arreglará:

«Eso, si conseguía ir pagando mi deuda con Devi. Si seguía ingeniándomelas para reunir suficiente dinero para pagar la matrícula. Si terminaba mi aprendizaje con Manet sin matarme ni quedarme lisiado con las peligrosas labores que se realizaban en la Factoría todos los días…»

Cuando crees que todo va a ir bien… Ilustración © Dan Dos Santos.

A tratar la poesía y la música con moderación

Rothfuss podría haber transcrito la letra de «La balada de sir Savien Traliard» pero agradezco que no lo hiciera. Cuando leemos prosa no queremos que nos interrumpan con largas secciones de poesía, y hay pocos lectores que no se las salten. Es más efectivo mencionar estrofas evocadoras y dejar que la imaginación del lector haga el resto.

«Sentaos y prestad atención, pues voy a cantar
una historia en tiempos remotos forjada
y ya olvidada. La historia de un hombre.
El orgulloso Lanre, fuerte como la primavera,
como el acero de la espada que empuñaba.»

Son once líneas en total. Suficiente para no abrumar al lector y proporcionar una pausa en la narración. Una transcripción completa como algunos de los pasajes líricos de Tolkien no se estila ya, y no te aconsejo que lo intentes salvo que seas poeta.


Kvothe no se lo toma con moderación… Ilustración © Dan Dos Santos.

A mostrar tu worldbuilding en pequeños detalles

Si consigues transmitir el mundo de tu historia en pinceladas en lugar de obligar al lector a visitar toda la galería de arte, conseguirás que el lector se sumerja sin ahogarse. Al lector no le importa el mundo que has creado salvo en lo que se refiere a la trama, pero necesita sentir que habita un mundo distinto al real, con sus propias idiosincrasias y geografías, por eso has de encontrar el punto medio entre sobreexponer el mundo y olvidarte completamente del escenario.

Conocemos el mundo de Temerant por las canciones que se cantan, la figura del calderero, las nacionalidades brevemente retratadas, los nombres de las monedas, las supersticiones de la gente… Además, todo este worldbuilding no está solo para ambientar, es importante para la trama: las supersticiones serán la clave para desentrañar el misterio de los Chandrian; Kvothe se encuentra con un calderero; los viajes de Kvothe, en los libros que siguen, seguramente nos llevarán lejos, a algunos de los países que conocemos de oídas.

Durante el Solsticio de Invierno los humanos se visten de demonios. Ilustración © Dan Dos Santos.

A prefigurar los elementos importantes

Para conseguir ese maravilloso efecto de que todo estaba planeado, de que el libro acaba como debía acabar, es necesario que coloques prefiguraciones (elementos que representan eventos, personajes, objetos, etc. que serán importantes en un futuro) a lo largo de toda la novela. Estas prefiguraciones suelen seguir una regla de tres, como explica Diana P. Morales en su artículo Trabajar una trama de forma profesional.

Dos ejemplos:

Sabemos que Sovoy está viéndose con una chica, pero nada nos incita a pensar que esta mujer pueda ser Denna. Al saber que Sovoy sale con alguien, no nos pilla desprevenidos que Denna tenga un pretendiente, ni que sea Sovoy. Sin embargo, si no hubiera habido ninguna mención de los amores de Sovoy, el lector se hubiera sentido ligeramente estafado, como si el autor se lo acabara de sacar de la manga para crear tensión entre Kvothe y su amigo.

Después de la tragedia de sus padres, Kvothe se refugia en el bosque y vive como los animales salvajes, pero conserva su laúd y lo sigue tocando después de que se rompan varias cuerdas. Más tarde esta habilidad le servirá para ganarse el reconocimiento como músico, pero entonces no nos podíamos imaginar que fuera más que una anécdota que ilustraba lo desesperado de su situación.


El primer maestro de Kvothe. Sabemos que volverá a salir en la historia. Ilustración © Dan Dos Santos.

A escribir de forma evocadora

Te transcribo uno de mis fragmentos preferidos:

«Entonces oí el otro ruido. ¿Cómo podría describirlo? Cuando era pequeño, mi madre me llevó a ver una colección de animales salvajes que había en Senarin. Era la única vez que había visto un león, y la única vez que lo había oído rugir. Los otros niños que habían ido a verlo estaban asustados, pero yo reía, encantado. Era un ruido tan grave y tan sordo que retumbaba en mi pecho. Me encantó la sensación, y todavía la recuerdo. El ruido que oí en la colina, cerca de Trebon, no era el rugido de un león, pero también retumbó en mi pecho. Era un gruñido, más profundo que el rugido de un león. Se parecía más al estruendo de un trueno lejano.»

Rothfuss podría haberlo resumido en «rugió como un león» o «como un trueno», pero ambas comparaciones son bastante cliché y carecen ya de fuerza evocadora. Sin embargo, al inscribir ese sonido en una anécdota deja de ser una imagen repetida y se convierte de nuevo en algo real y tangible, que no lees por encima sino que imaginas en el teatro de tu mente.


La historia de Kvothe. Ilustración © Dan Dos Santos.


Conclusión

El nombre del viento está muy bien escrito y mejor estructurado: una escena sucede a otra con un ritmo ágil, llevando a Kvothe y al lector al límite, obligándonos a pasar la página para descubrir cómo se las ingeniará esta vez. Ha creado personajes fáciles de reconocer y con los que empatizamos. Ha sabido crear y transmitir un mundo que, aunque no es excesivamente original, podemos habitar fácilmente en nuestra imaginación. Por otro lado, no es una historia original, y no creo que su conclusión, cuando publique el tercer libro, lo sea.

 

Adolece de otros pequeños defectos, como introducirnos en la historia a través de un pueblecito anónimo y la amenaza a las vidas de unos personajes que no nos importan demasiado (aún). Hasta que no comienza la historia de Kvothe no empieza a enganchar la novela, y eso sucede pasadas las 100 primeras páginas: demasiado tarde, muchos lectores habrían dejado de leer. Tampoco el enemigo final de este primer libro es demasiado terrorífico ni nos hace temer por el héroe, por lo que las páginas dedicadas a este encuentro se hacen largas.

¿Y tú?, ¿has leído El nombre del viento? ¿Qué te ha parecido? ¿Has aprendido algo de la novela?


6 Comments on “Aprende de El nombre del viento: Lectura crítica”

  1. Me he sacaste una sonrisa con eso de Sugar Daddy XD

    “El nombre del viento” es de esos libros con los que uno se engancha por la calidad del estilo más que por la calidad de la trama; más allá de algunas innovaciones (como el draccus común) no hay nada nuevo bajo el sol, y sin embargo no pude soltarlo hasta que lo acabé.

    Un gran artículo, muy educativo.

    1. Hola, Antonio! Me alegro de que te haya gustado el artículo 🙂

      Es cierto que es el estilo y la empatía que sientes por el protagonista lo que te engancha, y sobre todo las vicisitudes a las que se enfrenta y cómo las resuelve con ingenio una tras otra. Por otro lado, al principio no me pareció un libro especialmente bien escrito y el estilo me pareció redundar en lo obvio, con el tiempo me pareció que iba cogiendo fuelle y el autor cada vez estaba más inspirado con las descripciones y las metáforas. Quiero releerlo para encontrar algo más sólido sobre lo que asentar mi primera impresión, por eso no he comentado nada en el artículo.

      Un abrazo y gracias por pasarte.

  2. Pingback: 5 métodos para aprovechar nuestras lecturas - DE LETRAS NO SÉ NADA

  3. Una de las reseñas más acertadas que he leído del Nombre del viento. Es verdad que el libro flaquea en ciertos clichés, aunque recuerdo que cuando lo leí tenía cerca de unos 18-19 años; estaba recién salido al mercado, y cada uno de los parámetros me dejó mudo. Quizá la prueba del tiempo esté cobrándole factura.

    Por lo general, me parece un libro increíble, y después de leer tu análisis, ganas no me han faltado de volverlo a leer con otros ojos.

    Un abrazo, Marta. ¡Excelente trabajo!

    1. Hola, Miguel.

      Gracias por tus amables palabras.

      Yo he llegado tarde a este libro (como a tantísimos otros, no da la vida para leer todo lo que me gustaría) y por eso los clichés se me han atragantado más. Quizá sea también la influencia de otras tantísimas sagas de fantasía, clásicas y no tan clásicas, que añaden su granito de arena a la percepción de que la fantasía es de esta forma y no otra. (Te estoy mirando a ti, Canción de Hielo y Fuego).

      Sin embargo, está muy bien hilado, sin duda, y su lenguaje también deslumbra en ocasiones. Y, por si fuera poco, entretiene. Sin duda lo recomiendo.

      Un abrazo, Miguel 🙂

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