¿Conoces los 4 grados de foreshadowing o anticipación narrativa?

Los 4 grados de foreshadowing o anticipación narrativa - WriterMuse

Este artículo pertenece al proyecto WriterMuse: creatividad para escritores, que finalizó en septiembre 2018. Encontrarás todos los artículos publicados bajo la etiqueta WriterMuse. Si te preguntas qué fue de WriterMuse, he escrito un artículo para contártelo; en el mismo podrás bajarte, además. todos mis recursos de escritura creativa.

«¡Lo tenía pensado desde el principio!»

Esto es lo que quieres que exclamen tus lectores al terminar tu novela, y para conseguirlo necesitas conocer bien la técnica y el principio del foreshadowing, o prefiguración. En el artículo de hoy te cuento qué es y cómo construirlo en tu novela o relato.

Soy muy fan de las películas que te hacen devanarte los sesos durante días, películas que contienen paradojas, bucles temporales y mundos paralelos o de ensueño, como El efecto mariposa, Coherence, o Mulholland Drive, una de mis películas preferidas. Estas narraciones alcanzan su efecto total cuando vuelves sobre ellas, escena por escena, y descubres los paralelismos entre el planteamiento y la conclusión, cómo todo está relacionado y de qué forma cada elemento nuevo resuena con elementos futuros y pasados. (Y después pasas días intentando pescar una incoherencia en su complejo entramado, y molestando a familia y amigos con tus preguntas trasnochadas).

Este tipo de películas son el exponente más claro de una técnica literaria y principio dramático que los angloparlantes llaman foreshadowing. En español se lo conoce de diversas maneras: «presagio», «promesa», «arma de Chéjov», «pista», «anticipación narrativa» (como lo llaman Ruth M. Rodríguez en Verbalina y Victor Selles en Lecturonauta) o «prefiguración», y seguro que me dejo aún algunas. Foreshadowing tiene una traducción difícil: ¿«sombra que va por delante»? Uf, no, eso no ayuda. Yo me quedo con «prefiguración»: elemento que señala o figura previamente.


Te voy a contar un secreto: el «lo tenía pensado desde el principio» rara vez es verdad, al menos no como te imaginas. Las historias no se construyen de forma lineal, conociendo la posición de cada elemento desde el comienzo: muchas de las prefiguraciones, esos elementos que anticipan a otros y que crean una continuidad narrativa, se colocan después de haber completado los primeros borradores, una vez está fijada la historia y el escritor sabe lo que va a pasar, porque para él ya ha pasado.


foreshadowing planeado

Puede que hayas planeado tu novela tan al detalle como un psicópata prepara sus asesinatos, pero seguramente aún tengas que repasarla un par de veces para plantar bien las prefiguraciones.

Para qué sirve la prefiguración

La técnica del foreshadowing es muy importante para dotar de continuidad y verosimilitud a la trama, para que el lector sienta que las cosas no suceden porque sí, inesperadamente: prepara al lector para aceptar lo que está por venir. También es fundamental para crear tensión y expectativa en el lector. Un presagio que anticipa que algo terrible está a punto de suceder hará imposible que el lector se despegue de tu libro.

Y, por último, utilizamos la prefiguración por cuestiones estéticas. Porque nos gusta encontrar paralelismos entre el principio y el final de una novela. Quizá también porque nos gusta que las cosas sucedan por un motivo, porque la ficción refleja una necesidad de encontrarle un sentido más profundo a lo que nos sucede.


Los 4 grados de foreshadowing o prefiguración

Cuando hablamos de foreshadowing, prefiguración o anticipación narrativa, rara vez nos detenemos a diferenciar los distintos grados y cómo utilizar bien cada uno de ellos. El impacto de un «presagio» y la manera en que lo construyes en tu narración no es el mismo que el de un «signo», mucho más sutil.

«Presagio», «promesa», «pista»… Cada uno de estos términos transmiten un grado distinto de visibilidad en la narración. Un «presagio», por ejemplo, no puede dejar de ser evidente para el lector, aunque su mensaje no lo sea (el famoso presagio del emperador Constantino al ver en el cielo una cruz cristiana: el elemento de la cruz es un presagio bien visible, aunque quizá no simbolice siempre el favor divino). Por otro lado, una «pista» es fácil que tu lector la pase por alto, y de hecho muchos detectives necesitan volver una y otra vez sobre sus pasos para encontrarlas todas. Y un «signo» muy pocos lectores lo reconocerán e interpretarán correctamente en el primer momento en que se lo muestres.

Todos estos términos con los que se conoce el foreshadowing pueden entenderse como tipos o grados de prefiguración. Desde el más evidente al más sutil:

El presagio

Un presagio o profecía es un elemento prefigurado que pretende ser evidente para el lector, como el mensaje de un oráculo o de un narrador que anticipa lo que está por venir. El lector sabe que estas palabras son elementos clave de la historia y que regresarán en el momento justo. Para utilizar bien el presagio, imagina qué interpretaciones le puede dar el lector y dales la vuelta, para producir sorpresa y deleite.  


En uno de los cuentos de La mano izquierda de la oscuridad, de Ursula K. Le Guin, Berosti, el héroe del cuento, pide a los profetas que le desvelen cuándo morirá. Le dicen que morirá un día decimonono de cualquier mes. Esta respuesta ambigua lo desespera y le hace aislarse del mundo durante meses. Su pareja, Herbor, decide acudir a los profetas para que le den una respuesta que apacigüe a Berosti, y pregunta cuánto vivirá su amado. Le responden que vivirá más que Herbor, él mismo. Cuando Berosti escucha estas palabras de Herbor, absolutamente desquiciado por su estupidez (la formulación de la pregunta había invitado a la ambigüedad), lo mata, cumpliendo así el segundo presagio, y se ahorca un mes después en el día decimonono, cumpliendo el primero.


El «presagio» no tiene por qué ser una profecía. Es una representación de algo por venir que no podemos ignorar. La figura de la Muerte es en sí un presagio al que rara vez escapa el héroe (excepto si habita una novela de Terry Pratchet). Transcribo aquí el cuento de Jean Cocteau, El gesto de la muerte, para ilustrarlo:


«Un joven jardinero persa dice a su príncipe:

—¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan.

El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:

—Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?

—No fue un gesto de amenaza —le responde— sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan».


El narrador es una de las fuentes principales de presagios. Utilizar su voz para anticipar un suceso improbable o un desenlace inesperado es una técnica con la que conseguirás enganchar al lector para que siga leyendo.


En Un mago de Terramar, de Ursula K. Le Guin, el narrador nos presenta al héroe como lo que llegará a ser: «De entre [los magos], hay quien dice que el más grande, y con seguridad el más viajero, fue el hombre llamado Gavilán, que en su época llegó a ser Señor de Dragones y Archimago». Y nos devuelve a su infancia en la isla de Gont, una premisa mucho menos intrigante que la de seguir a un archimago. Pero ya ha establecido el desenlace y generado suficiente intriga como para que queramos seguir a este joven en su desarrollo hasta convertirse en el mago más grande de Terramar.


En cuanto mencionas la posibilidad de muerte el lector se pone alerta: sabe que se avecinan pruebas difíciles de cuyo desenlace trágico es difícil escapar.

La promesa

Una promesa es un acuerdo tácito con el lector que dice que aquello que has resaltado debe tener importancia en la trama, aunque sea de una forma inesperada. Una promesa puede ser un objeto inusual, unas palabras fuera de lugar, una escena que el lector no puede explicarse con la información que tiene… Y tu deber como escritor es cumplir cada una de las promesas que le haces al lector, o eliminarlas. Si por error u omisión resaltas algo que después no tendrá relevancia, el lector pensará que le has engañado o que has dejado cabos sueltos.


La película Triangle abre con una escena en que la protagonista consuela a su hijo de una pesadilla, pero lo hace visiblemente alterada y llorando, no de la manera habitual en que una madre consuela a su hijo de una pesadilla. Después continúa con su día con una apariencia de normalidad inestable. El espectador no puede ignorar que algo raro ha sucedido al comienzo de la película y espera que al final se desvele lo que estaba oculto (y así es).

La pista

Una pista es un elemento que puede o no pasar desapercibido al lector, pero que en la conclusión o segunda lectura resulta evidente que estrechaba el cerco de posibles finales. En la novela policíaca se utilizan pistas ostensibles, claras para el lector, pero que muchas veces resultan falsas (red herrings en inglés), y otras más sutiles, a menudo ocultas, que solo reconocemos gracias a la deducción del detective.


Al principio de Todo lo que muere, de John Connolly, el narrador nos sugiere que el asesino tiene una relación de carácter personal con el protagonista. La psicóloga criminalista dice esto sobre el caso: «[El] aparente deseo [del asesino] de que la conmoción desempeñara un papel en todo esto podría llevarnos a la conclusión de que había un componente personal en sus actos, dirigido contra el marido, pero eso no son más que especulaciones, y en esta clase de delitos la pauta general es que no va dirigida contra un individuo concreto».

Aunque esta interpretación de la psicóloga en la vida real se quedaría en una conjetura nada más, el lector reconoce una pista a nivel narrativo y empieza a sospechar de todos los personajes que entran en contacto con el protagonista. De hecho, podríamos considerarlo también una promesa: si se desvelara que el asesino no forma parte del círculo íntimo del protagonista nos sentiríamos traicionados.

Y, si te das cuenta, la pista va acompañada de una «contra pista»: en la misma frase la psicóloga desestima que pueda ser algo personal, de forma que la pista se matiza y se carga de dudas. Puede ser tanto verdadera como falsa.


Uno de los grandes atractivos de la novela policíaca es que proporciona todas las pistas sobre el final casi desde el principio, y requiere de una gran maestría llamar la atención del lector sobre ciertos elementos sin desvelar enteramente su cometido, a la vez que lo distrae con pistas falsas.


El autor de esta fotografía me está mandando pistas de que alguien se va a pegar una buena leche muy pronto.

El signo

Los signos, por otro lado, son pistas más sutiles, y son los elementos prefigurativos más difíciles de emplear. Cuando el lector se encuentra un signo por primera vez (indicio, símbolo), rara vez se percata de su importancia real; lo registra como un dato más e incluso, si lo plantas bien, lo relaciona con algo distinto: caracterización, ambientación o una trama secundaria. El signo no llama la atención sobre sí mismo porque está camuflado: puede aparecer aparentemente cumpliendo otra función en la trama, o rodeado de un ambiente o contexto que lo hace menos significativo (un rostro quemado pasa desapercibido en Halloween).


En Madame Bovary, de Gustave Flaubert, prácticamente todo lo que sucede al final resuena con elementos anteriores en la narración. El tema del dinero aparece muy temprano, mucho antes de que Emma tenga problemas con este; los intentos de seducción de Lhereux anticipan su caída en desgracia con sus dos amantes, Rodolphe y después Leon; y el veneno que Emma ingiere nos lo presenta el narrador seis capítulos antes.


En Alex, de Pierre Lemaitre, la protagonista nos narra una escena en la que se encuentra con su hermano y le muestra unas pastillas que ha estado tomándose. El hermano las coge, preocupado por la salud de su hermana, y le reprocha que se medique tanto. La función aparente de este signo es mostrarnos que su hermano se preocupa por ella y que es un tanto sobreprotector y paternalista. Pensamos que es una escena de caracterización. Sin embargo, no es hasta el final cuando nos damos cuenta de lo importante que era esta escena para la trama.


Al pasar junto a uno de estos signos, el lector no lo registra como algo a tener en cuenta, aunque recuerda la escena y lo que aconteció porque tenía un papel en la trama. Es solo al haber finalizado el libro cuando estos signos tienen sentido y le dan un matiz más rico a la lectura.

Voy a utilizar el ejemplo de la novela de uno de mis clientes porque me sorprendió la sutileza con la que empleó esta técnica:


En Belleza y náusea, de Diana Soledad (todavía inédita), el héroe descubre que su madre ha seguido tratándose con un hombre con el que debió tener una aventura hace muchos años. Sospechamos que este hombre y su madre deben de haber mantenido el affair a lo largo de todo este tiempo (por lo tanto, este signo cumple una función de caracterización), pero al final descubrimos que eran otros motivos los que movían a la madre, y que estaba metida en un asunto mucho más turbio.


foreshadowing hablando por teléfono

Visto en retrospectiva, claramente había algo que no encajaba. Para empezar, el teléfono de la chica en segundo plano no tiene cable que lo conecte a ninguna parte. ¿Cómo pude pasar por alto un signo tan evidente?

El arma de Chéjov: un principio dramático que debes tener en cuenta

«Elimina todo lo que no tenga relevancia en la historia. Si dijiste en el primer capítulo que había un rifle colgado en la pared, en el segundo o tercero este debe ser descolgado inevitablemente. Si no va a ser disparado, no debería haber sido puesto ahí».Antón Chéjov

Antón Chéjov dio nombre a un principio dramático que postulaba que todos los elementos que destaques en una historia deben tener una función dramática. En otras palabras, que si algo llama la atención del lector, debe servir a un propósito, sea de anticipación narrativa, caracterización o trama.

Puedes entender el arma de Chéjov como una promesa. Si un elemento resalta entre los demás porque es inusual o porque se encuentra en un lugar prominente, debe tener alguna función. De lo contrario, el lector, que habrá guardado ese elemento en la memoria, sentirá que le has estafado o que no has cerrado bien la historia.

Por otro lado, hay innumerables libros, incluso entre los clásicos no modernistas ni posmodernistas, que contienen elementos destacados, incluso escenas enteras, que no cumplen ninguna función aparente, y sin embargo permanecen por su poder estético (o porque su editor, enfrentado a un nombre tan importante, no fue capaz de decirle «¡Corta!»). Pero para que algo «funcione sin tener una función» es necesario que lo sustente un estilo impecable y que todo lo demás pueda aguantar el peso «muerto» de este elemento.

Pienso, por ejemplo, en un breve episodio en Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, de Philip K. Dick, en el que para hablar del amor dedica varias páginas a la anécdota de un conejo criado entre gatos. Un pequeño cuento, innecesario porque no vuelve a tratarse ni tiene relevancia en la trama, pero un cuento muy bello. (He encontrado el fragmento aquí). Pienso también en Shibumi, de Trevanian, y la interminable escena de espeleología que podría haberse resuelto en un par de líneas. Por lo demás, una obra maestra.


No siempre es evidente qué objetos o situaciones destacarán más para el lector y le harán pensar que son relevantes para la trama. Para descubrir las armas de Chéjov que no has disparado (y con las que el lector se ha sentido confundido), apóyate en tus lectores beta, esos primeros lectores que te dan su opinión sobre uno de los borradores finales, y decide mitigar o reconstruir los elementos que prometan algo que no cumplen después.

Cómo construir las prefiguraciones de tu novela

Si eres escritor de mapa (y te recomiendo que lo seas si tu proyecto supera las 50,000 palabras), elegir qué elementos prefigurar y dónde resultará mucho más fácil y podrás incorporar las prefiguraciones en el primer borrador, pues ya sabrás a dónde te llevará la historia. Se trata simplemente de detectar qué elementos van a ser importantes en la trama: personajes, relaciones, habilidades inusuales, objetos, palabras, hitos de la historia, escenarios…

Si eres escritor de brújula, lo tendrás un poquito más difícil. En la primera pasada a tu historia, dejándote llevar por lo que va viniendo, no tendrás muchas oportunidades de plantar prefiguraciones porque no sabrás a dónde quieres llegar exactamente. A partir del segundo o tercer borrador, cuando la estructura narrativa esté fijada, podrás sembrar estos elementos.

Las prefiguraciones son especialmente necesarias en caso de elementos inusuales y que, sobre todo, sean demasiado convenientes para la trama: habilidades especiales, una ayuda inesperada, una debilidad del antagonista… Por ejemplo, si has planificado que uno de tus personajes va a tener que hackear una red, es conveniente que antes nos hayas hecho saber que es capaz de hacer virguerías con un ordenador. Quizá lo veamos en capítulos anteriores robando la wifi codificada del vecino como si nada, o minando criptomonedas con los ordenadores de la empresa.


Si has visto las películas o leído los libros de El señor de los anillos, seguramente pensaras que Tolkien se había sacado de la manga a las águilas gigantes, que siempre acudían en el momento oportuno para rescatar a los héroes, y que podrían haber lanzado el Anillo al Monte del Destino y se habría acabado la historia. Es cierto que Tolkien no resuelve este punto de la manera más elegante, pero sí que anticipa a las Águilas en varias ocasiones: Frodo sueña con la torre en la que Gandalf está preso y como es salvado, y Gandalf después cuenta cómo había pedido a Radagast que mandara mensajes a todas las bestias y pájaros, de modo que la aparición de las Águilas no es tan inesperada.


Journey's end - Richard Dorran

Aprovecho para dejarte aquí una pintura de Richard Dorran que ilustra el último vuelo de las Águilas. Bellísimo. Si quieres ver más de su arte, lo puedes encontrar en deviantart.

Un truco para plantar adecuadamente las prefiguraciones

Muchas veces te aconsejo que te dejes notas mientras escribes, notas sobre las que volverás más adelante para rellenar los huecos en blanco o comprobar o corregir algo.

Hay otro tipo de nota que resultará muy importante en la fase de revisión: la nota para prefigurar un elemento con anterioridad, cuando reescribas el borrador.

Sucede muy a menudo que de lo que has planificado a lo que acaba sobre la página hay un buen trecho. Esto es así porque se te ocurren otras maneras de desarrollar elementos de la trama, o porque tus personajes adquieren vida propia y empiezan a actuar según sus propios designios (si tú lo permites, claro). Es por esto que la planificación no le resta creatividad a la escritura en sí y siempre te llevarás sorpresas cuando escribas.

Cuando esto sucede una parte de la planificación se va al traste y tendrás que eliminar algunas prefiguraciones y añadir otras. ¡No pasa nada! Si sobre la marcha aparece un elemento nuevo e importante que debería haber sido prefigurado con anterioridad, simplemente déjate una nota entre paréntesis o corchetes que lo indique. Lo que yo suelo escribirme es «[prefig antes*]», con un asterisco, porque después hago una búsqueda global de todos los asteriscos para que no se me pase nada por alto.

Si no pensaste durante la planificación que tu protagonista necesitaría tener conocimientos de hacker, no te eches atrás con esta nueva idea pensando «no es un hacker, tengo que resolverlo de otra forma»: hazlo un experto informático y déjate la señal para prefigurar su habilidad varios capítulos atrás. (Aunque también está bien que intentes buscar otra manera de salir del entuerto: se abusa demasiado de los genios informáticos y hackear no es tan fácil como lo pintan).

¿Es necesario prefigurarlo todo?

No, no es necesario prefigurarlo todo, solo los elementos importantes y aquellos con los que quieras crear expectativa.

También podrías prescindir por completo de la prefiguración y escribir una novela que avance de forma lineal, sin volver sobre sí misma (aunque lo encontrarás difícil: forma parte de la naturaleza humana querer volver sobre nuestros pasos). Sin embargo, debes saber que estarás haciendo un tipo de literatura no comercial. Si quieres experimentar con otros modelos, ¡adelante! Dale rienda suelta a tu creatividad. Pero paralelamente aprende cuáles son las estructuras y los principios narrativos básicos para poder romperlos con pleno conocimiento, como Picasso, quien antes de romper moldes con el cubismo, se convirtió en un maestro del arte figurativo.

Hay ciertos géneros literarios (el monólogo interior de Virginia Woolf o de Marcel Proust, los ensayos de ficción de Enrique Vila-Matas, la novela psicológica de Belén Gopegui…) en los que la prefiguración de elementos clave de la trama no es necesario, principalmente porque no se sustentan en la trama, pero sí que encontrarás en ellos otro tipo de repeticiones y símbolos que resuenan los unos con los otros, igual que las prefiguraciones provocan resonancias entre el elemento que prefigura y el que es prefigurado. Más adelante hablaré sobre esta técnica literaria en un artículo sobre símbolos y literatura.

Si tu novela se encuadra en alguno de estos géneros o no la conduce principalmente la trama, puedes prescindir de las prefiguraciones estructurales. Sin embargo, incluirlas puede ayudar a darle la circularidad que necesitas y provocar ese momento de «¡Oh!» que nos hace admirar la capacidad de un escritor para construir historias.

Una última recomendación:

«Otro error común es demasiada prefiguración. Me di cuenta de que tenía la tendencia de “preparar” los puntos argumentales demasiado en lugar de dejar que ocurrieran naturalmente. Ya he mencionado la regla de Chéjov de no presentar un arma en el primer acto a no ser que vaya a ser disparada en el tercero, pero no la menciones demasiado o el lector perderá el suspense». The Fiction Writer's Toolkit : Bob Mayer

¿Y tú, cómo planeas las prefiguraciones de tus historias? Y cuando lees, ¿captas todas las pistas que va plantando el narrador?
¿Conoces más grados de foreshadowing que los que he analizado en el artículo?

Feliz día haciendo lo que te gusta. 🙂


6 Comments on “¿Conoces los 4 grados de foreshadowing o anticipación narrativa?”

  1. Me encanta Mullholand Drive!!! Con ese detalle ya me tenías ganado desde el principio del artículo, pero bromas aparte, me ha encantado el texto. Como autor, soy muy de plantar pequeñas incógnitas (dudas en el lector), que a lo largo de las novelas deben ir resolviéndose como piezas de puzle que se colocan muy lentamente.

    Es un placer leerte, Marta.

    Un abrazo.

    1. Jajaja! Yo soy muy fan de todo lo lynchiano. El único podcast que he logrado seguir de principio a fin fue uno anglosajón que se dedicaba a analizar capítulo a capítulo el Twin Peaks antiguo.

      Y sí, yo creo que esas pequeñas pistas o prefiguraciones son fundamentales para disfrutar plenamente de la lectura. Son el resultado de muchísimas horas de dedicación plena, lo que distingue a un escritor de alguien que escribe.

      Gracias por tu comentario, Luis. ?

    1. Muchas gracias, Pilar. Sí, esas películas para mí son mucho más interesantes que los típicos blockbusters de acción y efectos especiales, pero no son fáciles de encontrar!

      Darle al coco, que es lo que hacemos cuando leemos, es siempre enriquecedor, pero mucho más cuando el escritor tiene en cuenta nuestra inteligencia y nos plantea retos como el de las prefiguraciones. 🙂

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