Los errores más comunes de exposición en narrativa

Los errores más comunes de exposición en narrativa - WriterMuse

Este artículo pertenece al proyecto WriterMuse: creatividad para escritores, que finalizó en septiembre 2018. Encontrarás todos los artículos publicados bajo la etiqueta WriterMuse. Si te preguntas qué fue de WriterMuse, he escrito un artículo para contártelo; en el mismo podrás bajarte, además. todos mis recursos de escritura creativa.

La exposición es información necesaria (en muchas ocasiones) para entender los sucesos de la trama, a los personajes o el mundo que les rodea.

Digo «en muchas ocasiones» porque el criterio de necesidad puede ser ignorado a favor de otros, sobre todo en ciertos géneros en los cuales no existe la expectativa de que todo lo narrado cumpla una función en la historia; sin embargo, la necesidad es un indicador esencial si estás empezando tu carrera literaria. Es una regla rompible (como todas), pero que no debe romperse a la ligera (también como todas).

La exposición es uno de los puntos donde más fallan los escritores noveles, pero no resulta fácil tampoco para los escritores más avezados. Son muchos los errores que pueden cometerse en torno a la exposición, y el punto de vista del escritor, demasiado próximo a su obra, no le permite distinguir adecuadamente la exposición realmente necesaria de la que resulta excesiva o prematura.

Pero no te vayas sin leer la última parte del artículo: «No te preocupes por la exposición». Aquí te doy uno de los consejos que más me ha costado interiorizar y que es fundamental para escribir bien.

¿Qué es la exposición narrativa?

La exposición es una modalidad textual que informa de forma objetiva de hechos, ideas o conceptos; en narrativa, la exposición es cualquier tipo de información que se transmita al lector (objetiva o subjetiva) y bajo cualquier apariencia. La exposición puede aparecer en medio de un diálogo cuando un personaje le explica a otro algo que tanto él como el lector deben saber, o cuando el narrador describe los fundamentos de un sistema mágico inventado, o incluso puede darse por medio de una acción, cuando las acciones de un personaje le hacen deducir al lector cuál es su profesión.

La información que se entiende en narrativa como exposición suele ser de cuatro clases:

El trasfondo de los personajes

Todo aquello que pertenece al pasado de los personajes y que nos ayuda a comprender sus acciones en la trama. Es también una de las clases de exposición más conflictivas, ya que al ser un apartado que hemos trabajado extensamente es muy tentador revelar la dimensión total del trasfondo que hemos preparado para nuestros personajes, sea o no importante para la trama o para entender sus acciones.

El pasado

(O, en ciertas novelas más vanguardistas, el futuro o acciones paralelas en el presente). Es la información circundante a la trama actual, especialmente en el pasado, que completa o matiza la trama o subtramas de la novela.

El worldbuilding o «construcción de mundos»

Es un concepto que se aplica principalmente a los mundos de fantasía o ciencia ficción, pero que existe en todo tipo de literatura: es la descripción del mundo, real o ficticio, con detalles imprescindibles para comprender el entorno y, por tanto, la trama y a los personajes, pero también con detalles de ambientación prescindibles pero que ayudan a que nos sintamos parte de ese mundo. Es parte del worldbuilding información como la concepción de la sociedad en época romana, las leyes científicas que sustentan un nuevo tipo de motor hiperlumínico o la jerarquía social de las hadas. Igual que con el trasfondo, no debes desvelar todo tu worldbuilding sino solo el esencial.

Cualquier conocimiento necesario para seguir la historia

Leyes científicas, eventos históricos relevantes, el funcionamiento de algún mecanismo… Si necesitamos tener un conocimiento determinado para entender la historia, es parte de la exposición.


tipos de exposición narrativa en novela o relato (trasfondo, worldbuilding, el pasado, conocimientos) - writermuse

Errores típicos de exposición en novelas y relatos

La exposición, en sí misma, no es ni buena ni mala. La tendencia en la literatura actual es de reducir al mínimo la exposición y de repartirla y camuflarla entre otras funciones narrativas, pero no puedes ignorarla por completo ni dejarla a la buena de Dios, porque es muy delicada. Igual que el foreshadowing (prefiguración o anticipación narrativa), la exposición tiene que ser planeada con cuidado y revisada con mucha atención.

Recuerda siempre que los errores y las reglas son subjetivos y dependientes de muchos factores. Hay mucha literatura, moderna y clásica, que rompe con las normas para causar un efecto determinado; sin embargo, antes de romper con esas normas, las ha comprendido e interiorizado bien, y lo hace con conciencia. Si este es tu caso, adelante, pero asegúrate de que estás buscando un efecto determinado (y lográndolo) en vez de hacerlo con ánimo iconoclasta.

Exposición prematura

Resiste, con todas tus fuerzas, la tentación de comprimir todas esas fantásticas ideas en la primera escena, en los primeros momentos en que el personaje aparece en el escenario. Repártelas. En televisión llamamos a esta revelación paulatina del personaje «pelar la cebolla».Thomas B. Sawyer: Fiction writing demystified

Muchos autores noveles, quizá influidos por una literatura decimonónica o realista, piensan que deben informar al lector de todos los datos más importantes sobre sus personajes o su mundo desde el principio para que puedan así comprender por qué funcionan de la manera que lo hacen.

Si tu exposición es prematura, te las verás con tres consecuencias mortales para el interés del lector: lo abrumarás con demasiados datos difíciles de digerir, le harás olvidar el gancho que hayas podido lanzar al principio, enterrado entre tanta información, y le harás sentir (y a veces expresar en voz alta): «¿Y a mí qué?».

El planteamiento (el primer cuarto de tu novela) es demasiado pronto para que el lector se interese por los pormenores de la vida de tus personajes o del mundo de fantasía que has creado. No ha tenido tiempo de empatizar con el protagonista o los secundarios lo suficiente como para que le importe en qué universidad se graduó o si su novia de primaria lo dejó por su mejor amigo. Hasta que no le hagas vivir aventuras trepidantes en tu mundo de fantasía, no entres a describir el sistema burocrático de los duendes de oficina (tampoco lo hagas extensamente si no tiene ninguna relevancia en la trama).

Es más adelante, cuando ya hayamos vivido el conflicto principal y cómo afecta al protagonista y al entorno, cuando nos preguntaremos por qué suceden las cosas de la manera que suceden: es el momento de que expongas esta información a pedacitos, como el que recompensa a su perro con una croqueta de pienso.


aguacates verdes

Tienes que ser como esa gente que soba los aguacates del súper para ver si están maduros (yo no lo hago, por supuesto…).

Exposición inoportuna

Una de las lecciones más apasionantes que aprendes como escritor novel es la comprensión de que el lenguaje no solo transmite sentido a través de las palabras concretas que utilices, ni tampoco solo con la colocación de esas palabras en frases. Es también importantísimo el ritmo y la ocasión en que utilices las palabras y, en este caso, la información o exposición.

Aquí la exposición juega un papel muy importante. Una pieza de información se recibe de forma diferente si la colocas en el lugar adecuado (por ejemplo, antes de una revelación para crear suspense) que si la empleas en un sitio inoportuno (en mitad de un tiroteo te detienes a mencionar el fabricante de la pistola, el precio que tiene en el mercado, velocidad de disparo y fuerza de retroceso). Puede ser información necesaria y relevante, pero es inoportuna.

La exposición es oportuna cuando quieres demorar algo y crear intriga en el lector, producir una sensación de paso del tiempo o introducir un detalle en el momento justo en que el lector debe darse cuenta de él.  

Exposición innecesaria

Muchos manuales de escritura te dirán que si algún elemento no cumple ninguna función narrativa lo elimines sin contemplaciones. Este es un criterio bastante útil pero realmente difícil de definir: seguro que alguna vez te has visto defendiendo a ultranza alguno de tus fragmentos preferidos alegando alguna función como «caracterización» o «ambientación», cuando en el fondo sabías que no era necesario.

En el caso de la exposición, es más fácil distinguir lo que es necesario de lo que no: si en ausencia de esta información el lector no va a comprender algún elemento vital de la historia, es que es necesaria.

Muchos autores creen que es necesario detallar el mundo (worldbuilding) o el trasfondo claramente y sin dejar lugar a la ambigüedad o la interpretación. En la mayoría de los casos estos escritores se equivocan, subestiman la capacidad de asociación y la inteligencia del lector, además de olvidarse de que uno de los placeres de leer es inferir a partir de datos incompletos y extraer teorías y conclusiones propias de lo que se lee.

Exposición aburrida

Hay autores a los que se les perdona todo porque son muy entretenidos, pero esa es una cualidad que la mayoría de nosotros no conseguimos de forma natural sin revisiones exhaustivas y sin recortar despiadadamente el manuscrito.

Tengo una amiga irlandesa, una mujer ya jubilada que trabajó como neuróloga en un hospital infantil, Hilary. Hilary es una mujer muy inteligente y una gran narradora. No por ser inteligente es uno necesariamente entretenido; sin embargo, ella lo es, y es capaz de tenerte en vilo escuchando un relato que empieza con lo que hizo aquella mañana para desayunar y atraviesa una selva de detalles anecdóticos hasta el clímax de la historia, cuando fue a buscar aquella noche a su hermano a la comisaría. La manera en que lo cuenta y cómo sabe seleccionar los detalles más significativos y dotarlos de emoción es lo que hace que extienda una anécdota hasta el infinito y que a ti no te importe, y quieras seguir escuchando y pidas más cuando acabe.

Esto es un don que tienen algunas personas, narradores por naturaleza, que debemos perseguir en nuestras historias. Sin embargo, a diferencia de todos esos trovadores modernos como Hilary (y los aedos de la Antigüedad que recitaban a Homero), nosotros no contamos con el poder del gesto, el tono de voz o la música para acompañar una historia, por lo que es mucho más difícil que hagamos entretenido o emotivo un detalle irrelevante, como el paseo semanal del protagonista por el supermercado, o su niñez en la casa de verano de sus tíos. Si tu exposición falla en los demás criterios (es innecesaria, excesiva o prematura) y no resulta entretenida, elimínala con seguridad.

Incluso si ese detalle anecdótico resulta entretenido es probable que tengas que eliminarlo de todas formas si ocupa demasiado espacio o no hace avanzar la trama; el criterio del entretenimiento es muy subjetivo, y a menudo creemos que estamos siendo más divertidos de lo que realmente somos. Yo alguna vez he intentado contar una historia como lo hace mi amiga Hilary y lo máximo que he logrado ha sido arrancarme bostezos a mí misma.


hilary contando una de sus historias

Hilary contando una de sus historias, y yo a los veinte añitos, embelesada.

Exposición excesiva

Gran parte del trasfondo que preparas sobre tu mundo ficticio y personajes, o la investigación que realizas sobre la época y el ambiente histórico de tu novela, debería quedarse fuera de la novela. Su función no es llenar la historia de datos, demostrar la extensión de tu investigación o worldbuilding, o probar que has rellenado todas las páginas de la ficha de personaje: su función es ayudarte a tener una visión global de todos los elementos para poder escribir con seguridad esa pequeña parte que va a ser la historia.

Cuando escribes el primer borrador de tu novela es muy habitual que te salten a la página detalles sobre el pasado de tus personajes o la concepción del mundo que no habías preparado y que te sorprenden y te deleitan. Eso es genial, significa que estás dejando que la creatividad hable libremente y te desvele otras perspectivas de la historia a las que no hubieras accedido de otra forma. Sin embargo, gran parte de estos descubrimientos son solo para ti, forman parte de ese iceberg del que hablaba Hemingway: el relato debe mostrar solo una parte pequeña de la historia y dejar el resto a la interpretación del lector. Si cargas al lector con todos estos detalles, sin filtrarlos ni pulirlos, sobrecargarás al lector y enlentecerás el desarrollo de la acción.

Lo que es excesivo para unos puede no serlo para otros. Este es un criterio que depende en gran medida del género, de la época y del gusto particular del lector. ¿Son las descripciones de la campiña inglesa de George Eliot excesivas? No para el gusto de la época, que añoraba la vida bucólica preindustrial. ¿Es excesivo Erikson con sus interminables explicaciones del sistema de magia, los dioses y las sociedades de su mundo de fantasía? Yo no lo entiendo, pero tiene sus adeptos. ¿Es excesivo el capítulo kilométrico que dedica Trevanian a una expedición espeleológica en mitad de una trama de espionaje internacional? Pues, qué quieres que te diga, todavía no he conocido a nadie que no se lo saltara…

Exposición ambigua o confusa

Puede suceder que en determinado momento informes al lector de algo dedicándole demasiada atención. El lector puede interpretar esta pieza de información como una clave, algo que tendrá relevancia en el futuro narrativo. Es, en cierta manera, una promesa o arma de Chéjov: un elemento que por la atención que le dedicas, el lugar en que lo expones o por su propio peso significativo debe tener una consecuencia en la trama (Chéjov hablaba del rifle que muestras en el primer acto, que en el siguiente debe ser disparado; en fantasía puede ser la espada mágica colgada en la pared).

Cuidado con exponer al tuntún elementos que parecen significativos. Si nos revelas que el protagonista en el pasado tuvo serios problemas con el juego, querremos ver una recaída o, como poco, las consecuencias; los lectores somos así de crueles, y tú también debes serlo.

¿Exposición exigua?

Se dice, se cuenta, que este error existe, que ha sido avistado por exploradores en las remotas tierras glaciales de la Siberia más septentrional, pero yo todavía no me lo he encontrado. Los escritores pecamos sobre todo de exceso, más que de defecto, y la labor del corrector es en muchas ocasiones cortar, podar y afeitar. Incluso yo misma, que tiendo al defecto más que al exceso (quizá porque la mentalidad de correctora está muy arraigada en mí), expongo demasiado y demasiado pronto.


johannes kuehn - iceland winter

Aquí puedes ver retratados a todos los escritores que cometen el error de exponer muy poco. Fotografía © Johannes Kuehn: Iceland winter.

8 ejemplos de exposición en obras publicadas

La máquina del tiempo, de H. G. Wells

—Evidentemente —prosiguió el Viajero a través del Tiempo— todo cuerpo real debe extenderse en cuatro direcciones: debe tener Longitud, Anchura, Espesor y… Duración. Pero debido a una flaqueza natural de la carne, que les explicaré dentro de un momento, tendemos a olvidar este hecho. Existen en realidad cuatro dimensiones, tres a las que llamamos los tres planos del Espacio, y una cuarta, el Tiempo. Hay, sin embargo, una tendencia a establecer una distinción imaginaria entre las tres primeras dimensiones y la última, porque sucede que nuestra conciencia se mueve por intermitencias en una dirección a lo largo de la última desde el comienzo hasta el fin de nuestras vidas.

La máquina del tiempo de H. G. Wells empieza con una reunión de académicos escuchando la explicación científica del Viajero. Según algunas de las reglas habituales de exposición, este torrente de información teórica sobre dimensiones y la posibilidad de viajar en el tiempo peca de excesivo y tal vez de innecesario, pero coloca primero un gancho lo suficientemente potente: sabemos que este personaje ha logrado viajar en el tiempo, por el nombre que le da el narrador, así que se ha asegurado nuestra curiosidad.

La paja en el ojo de Dios, de Jerry Pournelle y Larry Niven

NUEVA CHICAGO: Mundo habitado, Sector Trans-Saco de Carbón, aproximadamente a veinte parsecs de la Capital Sectorial. El primario es una estrella amarilla F9 llamada comúnmente Beta Hortensis.

La atmósfera es muy parecida a la normal de la Tierra y respirable sin ayudas o filtros. La gravedad media es de 1,08. El radio planetario es de 1,15, y la masa de 1,12 según medida terrestre, lo que indica que se trata de un planeta de densidad superior a la normal.

Este fragmento es solo un tercio de la información que el narrador descarga, de corrido, sobre Nueva Chicago. Este tipo de narración expositiva es familiar al género de la ciencia ficción hard de los años 70 y no sirve tanto para informar como para ambientar al lector en una space opera: ninguno de estos datos es relevante para la trama pero el conjunto provocan la impresión de estar asistiendo a algo científico, factual y concreto, aportando verosimilitud al texto.

Esta sobreexposición se ha reducido y espaciado mucho en las últimas décadas, gracias a Dios.

Sagrada, de Elia Barceló

—Arven —comenzó— ¿me permites una pregunta? Vengo de muy lejos y no conozco muchas de las costumbres y palabras de esta tierra. ¿Podrías explicarme qué es kenddhai?

Nawami no le pregunta a Arven qué es un kenddhai la primera vez que se encuentra con él, sino tras haber pasado un día en su compañía, después de que el lector, al igual que Nawami, haya empezado a sentirse intrigado por las habilidades de Arven. El concepto de kenddhai aparece mucho antes, pero el narrador no se detiene a explicarlo más allá de que el arco de un kenddhai es esencial para él, y tan solo porque el arco tiene relevancia en la escena en que nos introduce a Arven.

Elia Barceló suministra aquí magistralmente las piezas de información, en el momento preciso y de forma ajustada. Cuando Arven empieza a narrar toda la cosmogonía de su planeta estamos listos para escucharla y queremos saber más, ya que muchos de los elementos sobre los que narra son vitales para la trama.


Sagrada, Elia Barceló

Sagrada, de Elia Barceló, su primera antología de relatos reeditada este año por Sportula.

Aura, de Carlos Fuentes

Esperas el autobús, enciendes un cigarrillo, repites en silencio las fechas que debes memorizar para que esos niños amodorrados te respeten. Tienes que prepararte. El autobús se acerca y tú estás observando las puntas de tus zapatos negros. Tienes que prepararte. Metes la mano en el bolsillo, juegas con las monedas de cobre, por fin escoges treinta centavos, los aprietas con el puño y alargas el brazo para tomar firmemente el barrote de fierro del camión que nunca se detiene, saltar, abrirte paso, pagar los treinta centavos, acomodarte difícilmente entre los pasajeros apretujados que viajan de pie, apoyar tu mano derecha en el pasamanos, apretar el portafolio contra el costado y colocar distraídamente la mano izquierda sobre la bolsa trasera del pantalón, donde guardas los billetes.

Carlos Fuentes no nos dice que su protagonista es pobre ni que se dedica a la enseñanza, pero utiliza esta escena de acción para enhebrar elementos que nos permiten inferir su condición: menciona a niños que no lo respetan, situación típica de un maestro de escuela; sube a un autobús atestado, lo que significa que no puede permitirse un coche propio; manosea y se preocupa por el dinero: no lo tiene en abundancia.

Este tipo de exposición indirecta, entremezclada con otra función (en este caso, avanzar la trama hacia el siguiente destino del protagonista) es una manera delicada de exponer la información justa y sin aburrir al lector. Todo el relato de Carlos Fuentes es un ejemplo de economía de la información y de sutileza.

Los jardines de la luna, Steven Erikson

… En el octavo año, las Ciudades Libres de Genabackis contrataron a una serie de huestes mercenarias con objeto de enfrentarse al avance del Imperio; entre todas ellas destacó la Guardia Carmesí, bajo el mando del príncipe K’azz D’Avore (véanse al respecto los volúmenes III y V); y los regimientos tiste andii de Engendro de Luna, al mando de Caladan Brood y demás.

Esto sigue así tres párrafos más. En serio.

Menos mal que todo ese torrente de información forma parte de un epígrafe y es circunstancial a la historia; si te lo saltas no pasa nada.

Este fragmento de Los jardines de la luna es típico de Erikson, cuya primera intención narrativa es describir un mundo. Erikson es uno de mis ejemplos preferidos para explicar que las reglas pueden ser rotas si sabes el efecto que buscas, en este caso crear la impresión de un mundo vasto y complejo donde centenares de tramas se entrelazan. No me gusta Erikson, pues sacrifica trama y personaje en aras del worldbuilding y una complejidad excesiva, rebosante, pero este es mi gusto personal y subjetivo. Este tipo de literatura es capaz de soportar un grado de exposición mayor sin que le resulte excesiva a su público objetivo.


Steven Erikson - los jardines de la luna

Igual de tormentosa que esta portada va a ser tu lectura si te atreves con la prosa de Steven Erikson. (Me estoy ganando enemigos, lo sé).

Vestido de novia, de Pierre Lemaitre

Cuando por fin consigue arrancarse de la cama y llegar al salón, la señora Gervais está sentada en el sofá, inclinada sobre el teclado.

—¿Qué tal? ¿Más descansada?

—Bien. Más descansada.

—Tiene mala cara.

—Por las mañanas siempre la tengo.

La señora Gervais guarda el archivo y cierra ruidosamente la tapa del portátil.

—Léo sigue durmiendo —le dice yendo hacia el perchero con paso resuelto—. No me he atrevido a entrar a verlo por miedo a que se despertara. Como hoy no hay clase, es mejor que duerma y así no le da guerra…

Hoy no hay clase. Sophie se acuerda vagamente. Algo sobre una reunión pedagógica. La señora Gervais está de pie junto a la puerta, con el abrigo ya puesto.

Pierre Lemaitre es un maestro dosificando la exposición y permitiéndole al lector que infiera la información a partir del contexto. La escena de arriba, la primera de la novela después de un prólogo muy inquietante, resulta ambigua; no está claro si la protagonista es la madre de ese niño (inferimos que Léo es un niño por lo de «clase» y «dar guerra») o la institutriz o canguro. Tampoco hace falta que lo sepamos en ese preciso momento. Pierre Lemaitre te enseña a confiar en que el lector puede seguir caminando por la historia pese a las incertidumbres: no es necesario ni deseable que todo el camino sea de pavimento recién asfaltado.

La siguiente escena abre con «Por primera vez desde que trabaja aquí, enciende un cigarrillo en pleno salón», resolviendo esta pequeña incertidumbre primera. Poco a poco vamos conociendo más datos sobre el presente y el trasfondo de esta mujer misteriosa, cuyo pasado no es lo que parece (ni siquiera lo que le parece a ella misma).

Fahrenheit 451, de Ray Bradbury

—Todo bombero —dijo— tarde o temprano pasa por esto. Sólo les falta entender, saber cómo funciona la máquina. Conocer la historia de la profesión. Hoy apenas se informa a los novicios. Es lamentable. —Una bocanada—. Sólo los jefes lo recuerdan. —Otra bocanada—. Te diré de qué se trata.

En Fahrenheit 451 la exposición más extensa del mundo distópico viene dada a través del capitán en un diálogo con el protagonista, Montag. Este diálogo no es meramente expositivo, sino que encierra una amenaza y una advertencia, ya que Montag ha estado actuando de forma extraña, un poco subversiva. Esta explicación no tendría sentido sin el tono paternalista (es prácticamente un monólogo) y sin la amenaza que encierra, ni tampoco funcionaría igual sin el ambiente de tensión que crea el descubrimiento de un libro por parte de Mildred, la esposa de Montag. Puedes aprender de Bradbury a vincular la función expositiva a otras funciones dentro de la trama, para que el lector no sienta que está asistiendo a una clase magistral impartida por el autor.

El señor de los anillos, J. R. R. Tolkien

La gente de Bree, Grande y Pequeña, no viajaba mucho y no había para ellos nada más importante que los asuntos de las cuatro villas. De cuando en cuando los hobbits de Bree iban hasta Los Gamos o la Cuaderna del Este, pero aunque esta pequeña región no estaba a más de una jornada a caballo desde el Puente del Brandivino, los hobbits de la Comarca la visitaban poco ahora. Algún habitante de Los Gamos o algún intrépido Tuk venía en ocasiones a pasar una noche o dos en la posada, pero aun esto era cada vez más raro.

Este fragmento es solo una pequeña parte de las varias páginas que dedica Tolkien a describir Bree, sus habitantes, la aldea y los aledaños. En la narrativa actual toda la exposición que hace aquí Tolkien resultaría excesiva y sería recomendable comprimirla o eliminarla e incorporar los detalles necesarios a lo largo de la trama. Sería un error escribir para audiencias modernas como lo hace Tolkien, en la mayoría de los casos, especialmente porque Tolkien escribía muy bien y era entretenido, y ambas cosas son difíciles de imitar. A muchos lectores estos momentos de exposición excesiva les parecen encantadores (me incluyo entre ellos). Sin embargo, si has leído a Tolkien seguramente recuerdes haberte saltado párrafos enteros de descripción de hierbas, árboles y matorrales y versos que no iban a ninguna parte (yo lo he hecho).

Para que un lector quiera saber más y más de tu mundo de fantasía a través de una exposición similar a la de Tolkien tienes que haber ya logrado forjar un vínculo emocional.


a song for arbonne - john howe

Otra manera de enganchar al lector a tu mundo es conseguir que un ilustrador como John Howe dibuje la portada de tu libro. 

A song for Arbonne © John Howe.

No te preocupes por la exposición en el primer borrador

Desvelar la información en el momento preciso y sin abrumar al lector es una de las habilidades más difíciles de adquirir, pero ¡no desesperes! Es mejor que en tu primer borrador lo sueltes todo: ya tendrás tiempo para modular, recolocar y eliminar después.

Olvídate de todos los errores que te he enseñado en este artículo, olvídate mientras todavía estés escribiendo. Es en la fase de revisión cuando de verdad será importante saber todo esto, porque si intentas mantenerlo en la cabeza mientras escribes frenarás la espontaneidad de lo que estás narrando.

Escribir es reescribir, y la exposición es una de las cosas que más se reescriben. Así que tranquilidad, paciencia y a disfrutar de la escritura.

¿Y tú, cómo usas la exposición en tus obras? ¿Cometes alguno de los errores que he analizado aquí?


9 Comments on “Los errores más comunes de exposición en narrativa”

    1. Hola, Noelia!

      Sí, es un poco complicado no pasarse ni quedarse corto, pero creo que los lectores beta pueden ayudar un montón en este asunto. Gracias por pasarte y comentar 🙂

  1. Hola, Marta.

    Felicidades por el artículo, muy detallado y con unos ejemplos excelentes.

    La verdad es que la exposición es un tema que daría para un libro entero, ya que es un elemento que se puede ir de las manos con facilidad. No es raro que los escritores noveles cometan algunos de los fallos que reseñas en el post, ya que equilibrar la información y dosificar los datos es algo realmente complicado.

    La exposición prematura, de hecho, es uno de los fallos o lagunas que más vemos en nuestros cursos. En muchos casos los escritores consideran que es necesario «abrumar» al lector con una cantidad ingente de datos para que éste comprenda lo que sucede o entre en la historia, cuando en realidad, como bien afirmas, aún no ha tenido tiempo de empatizar con los personajes ni de adentrarse en los entresijos de la trama.

    Como se ve en los ejemplos que analizas, la exposición es un elemento que se puede manejar de docenas de formas diferentes, e incluso el mejor de los escritores puede cometer deslices que afean el resultado de obras, por lo demás, brillantes.

    Un saludo.

    1. Hola, chicos de Sinjania! Gracias por pasaros por el blog. 🙂

      Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices: la exposición prematura es uno de los problemas más frecuentes y más graves, y es muy raro que me llegue un manuscrito que no caiga en ello. A mí me da la impresión de que se debe principalmente a que el autor está descubriéndose el mundo y la trama a sí mismo en el primer borrador, y por tanto lo que le va viniendo lo plasma, feliz y exaltado, porque suele ser interesante (al menos para él). Sin embargo, se olvida de que en borradores subsiguientes debería revisar todos esos arrebatos de inventiva y analizar si realmente son relevantes en ese momento de la historia, si debería cambiarlos de sitio o eliminarlos completamente.

      Gracias por el comentario y por tus palabras.

      Un abrazo,

      Marta

  2. Marta, tiene mucha razón en lo que dices, la información que se le das al lector, como decia Juan Benet, ha de ser la justa, ha de estar racionada, en cazos, el lector piensa y se interrelacionac one el autor. El exceso de descripciones aburre. Yo escribo la novela que a mí me gustaria leer. Hemos de distinguir entre una narrativa y una novela. Lo díficil no es escribir sino encontrar a un agente literario que te represente ante la editoriales. Ningún agente quiere noveles. Saludos

    1. Hola, Ramón!

      Sí, tienes razón, los agentes buscan a autores con cierto bagaje, y ese bagaje implica haber escrito, aunque no necesariamente haber publicado.

      A mí me gusta servirme de la regla de los diez años (o las diez mil horas), aunque no es exacta y en ocasiones resulta demasiado simple. Un escritor, igual que cualquier otro artista, tiene que estar dispuesto a mantener al menos diez años de silencio. Después de esos diez años de esfuerzo continuado y evolución, es posible que lo que tenga que ofrecer sea digno de ser leído, aunque nada lo garantiza. Por eso es tan importante aprovechar bien el tiempo, leer de forma crítica, escribir con pasión pero también con un ojo puesto constantemente en los errores que cometemos y la manera de mejorarlos.

      Incluso más te diría aún, ni siquiera las diez mil horas garantizan una buena obra. A mí me sucede que cometo un montón de errores a los que soy totalmente ciega salvo que venga alguien y me los señale. Tengo la suerte de tener una pareja puñetera que no deja pasar ni una y no tiene problemas en hacer una crítica constructiva, aunque a mí en ese momento me toque bastante el ego. Aun así, la crítica de un amigo o familiar, en mi opinión, no es suficiente. Quizá sea por mi oficio, pero considero que es indispensable contratar a un buen lector y que nos haga un informe de lectura, así nos aseguramos de que la crítica que vamos a recibir sea lo más imparcial posible, además de experta. La parte de la crítica, o feedback, que dicen los americanos, es para mí fundamental para dejar de caer en lo mismo una y otra vez, que es lo que nos podría estropear las diez mil horas de práctica.

      Un abrazo, Ramón, y gracias por tu comentario 🙂

    1. Hola, Althusser!

      Actualmente no realizo informes de lectura, pero te puedo recomendar a los lectores que tienen en El Portal del Escritor, sobre todo a Diana Morales, que es una gran profesional. Eso sí, siempre recomiendo que antes de solicitar un informe (y mucho más en el caso de una corrección), hayas dejado en barbecho tu texto un par de meses o medio año y realizado al menos una revisión más tú mismo, porque muchas veces te encontrarás fallos e incoherencias que no te habrían saltado a la vista si no hubieras dejado pasar un poco de tiempo.

      Mucha suerte 🙂

  3. Sí, efectivamente tengo unos textos guardados desde hace un año que acabo de revisar. Pero no consigo lectores que me brinden un criterio riguroso (no pensé que sería tan difícil).

    Muchas gracias por la recomendación, los contactaré.

    Felicidades por la página, es excelente.

    Salud.

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