Cómo afectan las nuevas tecnologías a la creatividad

Cómo afectan las nuevas tecnologías a la creatividad - manuel ruiz del corral - ser digital - WriterMuse

Este artículo pertenece al proyecto WriterMuse: creatividad para escritores, que finalizó en septiembre 2018. Encontrarás todos los artículos publicados bajo la etiqueta WriterMuse. Si te preguntas qué fue de WriterMuse, he escrito un artículo para contártelo; en el mismo podrás bajarte, además. todos mis recursos de escritura creativa.

La tecnología es una maravilla. No pasa un día sin que la utilice para aprender algo, para inspirarme, para escribir, para estar conectada con la gente que me importa… Claro, como todo, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, pero no deja de ser una herramienta con un potencial increíble. Pero es una herramienta, y, como tal, tenemos que aprender a manejarla.

Pero hay un problema. La tecnología es una herramienta que nadie se ha molestado en aprender a utilizar bien

Como escritores le debemos muchísimo a las nuevas tecnologías. Podemos acceder a cualquier tipo de información para nuestras investigaciones (veraz o no, de eso ya se encarga nuestra capacidad crítica), preguntar a nuestros semejantes o a gente con las que sería difícil entablar una relación de otra forma, encontrar a nuestros lectores y aprovechar las capacidades de los procesadores de texto para escribir más libremente, sabiendo que la corrección está a solo unas teclas de distancia…

Creo en el potencial de la tecnología para hacernos más libres (y, por tanto, más felices), pero también creo que «el poder sin control no sirve de nada».

Empecé a darme cuenta de esto hace ya algún tiempo, pero sin ponerle palabras, inconscientemente. No me gustaba que mis amigos sacaran el móvil cuando quedábamos (no creo que a nadie le guste), pero sobre todo no me gustaba el poder que el aparatito ejercía en mí: cómo sentía la necesidad de comprobar los mensajes nada más despertarme o cada vez que me paraba en un semáforo.

Pero no es solo el móvil, con el ordenador también me enfrentaba a otros problemas. ¿Te ha pasado aquello de entrar a Facebook por una razón concreta y acabar pasando página tras página del muro de noticias y olvidando lo que habías ido a hacer? ¿O estar escribiendo y sentir la necesidad perentoria de comprobar el significado de una palabra o la veracidad de un dato?

También me di cuenta de que ya no leía durante horas y horas sin que nada reclamara mi atención, y feliz por ello. Me cansaba más rápido de lo que solía. Tenía muchas veces el móvil cerca mientras leía o trabajaba y consultaba de vez en cuando los mensajes, casi siempre chorradas. Me costaba concentrarme en mi trabajo, sobre todo en aquello que requería creatividad.

Escribiendo esto me ha venido el impulso de comprobar los mensajes del móvil. Llevo bastantes horas desconectada y había quedado para comer: quizá estén ahora precisando a qué hora y dónde, o quieran preguntarme algo importante. Pero me he resistido a comprobarlo (tampoco hubiera podido, está en otra habitación) porque si lo hago perderé el hilo de lo que estoy escribiendo (interrumpiré mi estado de flow) y necesitaré un rato para reengancharme. Si me paro a pensarlo, en realidad no es tan urgente: puede esperar a que termine de escribir. Esto es para mí anteponer un qué y para qué a la tecnología, como dice Manuel.

Entonces me topé con un libro que puso palabras a mis inquietudes. Hay unos pocos libros así, que llegan en el momento preciso respondiendo a una pregunta que aún no te has formulado. En mi carrera como escritora el primero de ellos fue el libro de Dorothea Brande, Becoming a Writer, que me enseñó a ser escritor y a dejar de desear serlo; otro fue Story Engineering, de Larry Brooks, que me abrió los ojos a los mecanismos internos de una historia.

Y hace poco, el que me ayudó a entender el efecto de la tecnología en mi vida y el impacto que tenía en mis relaciones y en mi creatividad, fue Ser digital: hacia una relación consciente con la tecnología, de Manuel Ruiz del Corral. He tenido la suerte de conocerlo en persona y de poder hablar largo y tendido sobre tecnología y sobre nuestra vida sobreestimulada e hiperconectada, y ha accedido a que le haga algunas preguntas sobre este tema.

Así que, con todos vosotros, Manuel Ruiz del Corral, que ha venido hoy a hablar de su libro. 😁

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Entrevista a Manuel Ruiz del Corral, autor de Ser digital

¿Cómo usas tú la tecnología en tu día a día? ¿Qué cambios ha habido en tu vida desde que empezaste a escribir Ser digital?

Mi trabajo es necesariamente muy dependiente de la tecnología. Por un lado, soy gestor TIC y gran parte de mi responsabilidad consiste en promover la innovación tecnológica y que los sistemas informáticos funcionen adecuadamente en mi entidad. Como profesional directivo, estar disponible 24×7 se ha convertido casi en una obligación, y gestionar esta disponibilidad de una forma saludable es un reto diario. Por otra parte, también soy compositor, productor musical y escritor, y la tecnología es una herramienta fundamental para que estas inquietudes creativas germinen en los mejores resultados. En resumen, necesito estar en contacto con pantallas una parte muy importante de mi vida diaria. Este exceso de exposición me ha llevado a sufrir muchos de los efectos colaterales negativos que trato en mi libro: deterioro de capacidad de concentración, pérdida de sensibilidad afectiva, síndrome de fatiga informativa, o estrés por exceso de multiplicidad. Fue precisamente el darme cuenta de esta silenciosa afección lo que me motivó a investigar y a escribir mi libro, especialmente con vistas a dar a mis hijos lo mejor de mí mismo. Ahora sigo igual de expuesto, o incluso más que antes, pero he perdido muchos de mis miedos y también recuperado la capacidad de decidir.

¿Puedes explicar la diferencia entre la atención activa y la reactiva y por qué, como escritores, nos importa?

En un resumen muy simplista, nuestros cerebros pueden funcionar de dos formas: reaccionando, o accionando. Reaccionamos de un modo reflejo, y accionamos de un modo consciente. En otras palabras, no tenemos mucho margen de decisión sobre nuestras reacciones, y sí que lo tenemos sobre nuestras acciones. Las reacciones se producen en una zona más profunda de nuestro cerebro (la más antigua), y nuestra voluntad consciente se ejecuta en la parte más evolucionada y racional, la más reciente. El diseño actual de la tecnología estimula especialmente nuestras reacciones: las interrupciones visuales, las alertas, los hipervínculos, el apilamiento de la información en pequeñas superficies… todo esto produce un exceso de dopamina y adrenalina en nuestro cerebro que nos da placer pero, a la vez, alimenta las respuestas de defensa, estrés o cansancio que terminan saturando nuestra atención. Sobreentrenar estos patrones nos hace dependientes de estos estímulos, y nos provoca dificultades para ser pacientes, concentrarnos, atender, e incluso relacionarnos de forma afectiva y empática. Gracias a la tecnología nos estamos haciendo unos expertos en reacción. Para los escritores y para cualquier persona creativa esto dificulta mucho las actividades relacionadas con su arte, que requieren de silencio interior y atención activa durante largos periodos de tiempo.

¿Qué es la parálisis de elección y cómo afecta a los escritores?

La psicología nos dice que el coste emocional de una decisión es proporcional al esfuerzo de tomarla. Esta es una creciente razón de insatisfacción en las personas: tenemos tanta información disponible, tanto con lo que comparar, que tomar una «buena» decisión es tremendamente difícil y nos lleva mucho tiempo. Una vez tomada, esperamos que las consecuencias estén a la altura de nuestro esfuerzo, y ahí es donde vienen las decepciones. Dándole la vuelta… ¿cuántas veces improvisamos un viaje y resulta ser uno de los mejores de nuestra vida? Sin coste en la toma de decisiones, somos mucho más libres para disfrutar de lo que ocurre. En los escritores, como en cualquier actividad creativa, los costes emocionales son muy elevados puesto que, además de lo anterior, estamos desnudos y expuestos ante una red que carece de límites ante la crítica o el escarnio.

¿Crees que la sociedad actual nos exige estar siempre conectados y disponibles? ¿Qué podemos hacer al respecto?

Es un constructo que nos hemos autoexigido, y creo que ya no tiene vuelta atrás. Pero hay caminos para convivir mejor con ello. Por ejemplo, establecer nuestras propias reglas para una «conexión consciente» y compartirlas con las personas que nos importan es la mejor herramienta para no caer en excesos ni en frustraciones. Y a nivel individual, entrenar nuestro cerebro a no sufrir el miedo a la desconexión (FOMO) y configurar bien nuestros dispositivos móviles. No promocionar la interrupción nos hará más dueños de nuestra disponibilidad.

¿Cómo podrían usar los escritores la tecnología de forma consciente y sana?

Es importante anteponer nuestro pensamiento creativo a cualquier herramienta tecnológica que necesitemos. En este sentido, anteponer un «qué» y un «para qué» en nuestra relación con la tecnología se convierte en algo esencial para cualquier escritor, de forma que no caigamos en el infinito océano de información y comparaciones que tenemos a nuestra disposición. También acotar el tiempo de uso de la tecnología para nuestra toma de decisiones es fundamental. Ante todo, no debemos olvidar las razones de lo que hacemos, y por qué lo hacemos. En resumen, reflexionar y respirar (al menos, un par de veces) antes de abrir esa pequeña —e infinita— barra de búsqueda de Google.

La escritura y la tecnología

Para planificar y escribir utilizo Scrivener; para informarme sobre cualquier cuestión científica o histórica recurro primero a la Wikipedia y después a libros en formato electrónico; para encontrar inspiración recurro a Deviantart o a Google Arts and Culture; para almacenar ideas uso Evernote.

¿Podría escribir sin todo esto? Sí, claro, y lo he hecho en ocasiones, pero ¿por qué iba a querer hacerlo?

No se trata de volver atrás a un mundo pre-Internet, ni de hacer retiros de desconexión y yoga. No se trata de tirar el smartphone por la ventana y volver al mítico Nokia 3310. Retrasarnos tecnológicamente por miedo a las consecuencias nunca fue sensato ni práctico: la tecnología sigue evolucionando, pero nosotros tenemos que evolucionar con ella, y evolucionar es adquirir consciencia de lo que hacemos con ella y de lo que ella nos hace.

Como escritor, debes saber que cuanto más habitúes a tu cerebro a responder a estímulos, más necesidad tendrás de ellos y más te costará sentarte a escribir y mantener tu atención durante largos periodos, algo que necesitas para alcanzar el estado de flow. También como persona creativa te afectará la multiplicidad de opciones que encuentras escarbando un poco en internet: analizarlo todo es imposible y requiere un esfuerzo tremendo.

Sabiendo esto, puedes tomar mejores decisiones. Yo, por ejemplo, dejo el móvil fuera de la habitación donde escribo, y los míos saben que hasta las 12 del mediodía no podré responderles. También pongo coto a mis investigaciones: no puedo dedicar una semana entera a investigar para escribir un artículo, así que fijo tres horas como límite.

El libro de Manuel habla sobre estas cuestiones y muchas más: el problema de la comunicación personal, cómo afecta la tecnología a las relaciones con nuestros hijos, la vulneración de nuestra privacidad en aras del Big Data, etc. Cuestiones que te interesan también como persona, no solo como escritor.



¡Muchísimas gracias, Manuel!

Y tú, ¿cómo es tu relación como persona creativa con la tecnología? ¿Has notado alguna de las repercusiones negativas de las que habla Manuel?

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