¿Qué bien puede hacer?

El otro día me llevaron a ver la peli de Tolkien, una película biográfica que narra algunos momentos clave en la vida del escritor, presumiblemente los que configuraron su inspiración posterior. No esperaba mucho de ella, la verdad, y estaba resignada a que fuera una excusa para sacar dinero de los fans de Tolkien, pero ahora sé que no es así. Mi amigo Manu, que me acompañó, muy cinéfilo, dijo que era cinematográficamente pasable, pero que estaba hecha con mucho amor y respeto (muchas películas más espectaculares no pueden decir lo mismo). No sé si será una película buena o no, pero yo me pasé el último cuarto de la película a lágrima viva e intentando mantener la compostura en la sala de cine. Me emocionó, de verdad, muchísimo.
Sin embargo, puede que a mucha gente le haya parecido insípida. El arte tiene esa cualidad: puede tocarte o no, y eso no depende enteramente del autor. Una vez se alcanza cierta calidad técnica y se dominan los modos narrativos (o pictóricos o visuales o lo que sea), la línea entre lo subjetivo y lo objetivo se difumina y el crítico solo puede emitir juicios desde su experiencia personal, que puede no ser la de otra persona. Pero bueno, esto no es lo que venía a hablar hoy en este post, ni tampoco venía a hablar de Tolkien, sino a utilizarla, junto con otras cosas, para exponer una cuestión para la que no tengo una respuesta definitiva.
En adelante, spoilers de la película.
What good could it possibly do? (¿Qué bien puede hacer?), le pregunta Mrs. Smith a Tolkien. Transcribo-traduzco* la conversación que tienen en los almacenes Barrow, algún tiempo después de la Primera Guerra Mundial:
TOLKIEN: Estaba pensando, con su permiso, que tal vez podría intentar que publicaran un libro de sus poemas.
MRS SMITH: ¿Sus poemas?
TOLKIEN: Creo que tenía mucho talento, de verdad, y me gustaría que la gente lo conociera. He pensado que a lo mejor podría escribir el prefacio yo mismo.
MRS SMITH: No sé, yo... Me gustaría decirle que no, señor Tolkien.
TOLKIEN: Tenía de verdad mucho talento. Creo que es importante.
MRS SMITH: Solía gustarme mucho la poesía. A veces he pensado si es por eso que Geoffrey... Lo siento, no puedo imaginarme qué bien podría hacer.
TOLKIEN: Haría un bien extraordinario, por favor créame.
MRS SMITH: Nunca conocí a Geoffrey. (...) ¿Era feliz? Por favor, dígamelo. ¿Conoció el amor?
TOLKIEN: Yo era un huérfano cuando llegué a King Edward y antes incluso de que fuéramos amigos Geoffrey fue gentil, amable. Él era, sin lugar a dudas, de todas las personas que he conocido, la que más representaba lo que significa amar, y ser amado. Es por eso que es importante. Por favor, discúlpeme, pero me pregunta usted qué bien podría hacer, y los poetas, los escritores, el arte qué podría hacer. No puedo imaginarme algo más necesario, especialmente en tiempos como estos, especialmente ahora.
*Esta es una traducción de andar por casa; estudiar filología inglesa no me capacitó para traducir más allá de un nivel pasable (la culpa no la tiene la carrera sino mi escasa habilidad para la traducción).
El diálogo por sí solo pierde carga emotiva si no has visto la película entera, la belleza del carácter de Geoffrey, la amistad que unía a los amigos y lo cruento de la guerra. El arte solo tiene efecto cuando es experimentado como arte, no diseccionado de esta manera. De todas formas, me quedo con las palabras literales de Tolkien a Mrs. Smith: "No puedo imaginarme algo más necesario, especialmente en tiempos como estos".
Hace algunos meses me puse a indagar sobre el estado de las cosas en sociedad y política. Me adentré en los rincones oscuros de Internet y también busqué la luz en algunos filósofos contemporáneos, especialmente en Slavoj Zizek, cuya visión sobre la ideología y el capitalismo comparto en muchos puntos. Me deprimí un poco (bastante). Nada alarmante a nivel clínico, solo tristeza, frustración e impotencia, que supongo que sentimos todos en alguna ocasión. Al mismo tiempo que me empapaba del estado desesperanzador del mundo, dejé de escribir, y la pregunta que me venía una y otra vez a la mente era: ¿Qué bien puede hacer?, ¿no hay nada mejor que pueda hacer por el mundo que escribir sobre mundos de fantasía que no sé si algún día serán publicados? ¿No debería estar asociándome, sindicándome o simplemente protestando por vías de acción directas y colectivas, y dejar de perder el tiempo con obras de ficción?
Supongo que aquí podrías decirme que una cosa no quita la otra, que uno puede tomar acción social o política y a la vez hacer arte, y estaría de acuerdo contigo. Sin embargo, mi inquietud no se reducía a lo que podía hacer o no hacer con mi tiempo y mi energía, sino con la utilidad del arte en una época como esta. ¿No es el arte algo superfluo a lo que solo las personas que disponemos de tiempo y dinero podemos dedicar parte de nuestro día, una especie de hobby? ¿No es el arte también algo que consumimos las personas (en forma de libros, series, videojuegos, música, etc.) para pasar el tiempo, evadirnos, entretenernos, y no pensar? 
Sé que no es así. Por mi amiga María, arteterapeuta, he comprendido que el arte es una necesidad, una forma de procesar y sublimar nuestras vivencias y nuestro inconsciente (algo así como lo que estoy haciendo con estas líneas). Por mi propia experiencia y la de otros muchos, sé que el arte tiene el potencial de ayudarnos a desarrollar nuestra psique, de formular una personalidad más abierta y compleja; podría incluso, tal vez, hacernos evolucionar. Sin embargo, no siempre es así, y la razón no se encuentra solo en el arte mismo sino sobre todo en la manera en que nos relacionamos con él. ¿Cuántos de nosotros hemos devorado una serie capítulo a capítulo, por ver cómo acababa, sin disfrutarla, sin captar sus sutilezas? ¿Cuántas obras de ficción hemos consumido que no nos han dejado ningún recuerdo, ninguna emoción? Seguramente también  recuerdes solo un pequeño porcentaje de todos los libros que has leído.
Cuando vi aquella escena en Tolkien, sentí de nuevo la llamada de la literatura, aunque realmente sigo sin tener la respuesta, solo ciertas hipótesis e intuiciones. Después vino Terence McKenna, un hombre cuyo discurso me resulta inspirador, fascinante y esperanzador. Espero hablarte de él en más detalle en otra ocasión.
Para McKenna, el artista es un chamán. Es un catalizador de la evolución de la conciencia: lo que nos impulsa hacia nuevas formas de vivir y de entender la vida. McKenna argumentaba (en los noventa) que estamos experimentando el nacimiento de una nueva humanidad, y que deberemos decidir de qué manera vamos a nacer, cuánta violencia habrá en nuestro nacimiento, qué repercusiones va a tener esta nueva humanidad en la madre (Gaia, la Madre Tierra), qué aspecto tendrá el bebé que daremos a luz entonces. Para McKenna, los artistas son quienes pueden mediar y controlar estas decisiones. Es la labor del artista-poeta-chamán la de ofrecer una visión moral, a través del inconsciente, que nos ayude a guiarnos en esta nueva etapa. Sin embargo, McKenna siente que los artistas nos han fallado, no han producido esa visión, no han ofrecido un compás a la comunidad ni mucho menos salvado el alma de la humanidad. 
If the artist cannot find the way, then the way cannot be found. (Si el artista no puede hallar el camino, entonces el camino no puede hallarse).
¿Es que los artistas lo hemos/han estado haciendo mal y por eso no hemos encontrado el camino como sociedad, o es que el arte no tiene la capacidad que McKenna dice que tiene? ¿O acaso el arte sí que posee eso que dice McKenna pero requiere de nosotros, como sociedad, que estemos abiertos de alguna manera especial a él?
No sé qué pensar al respecto. Me cuesta creer que una obra de arte, pertenezca al medio que sea, pueda deshacer este entuerto en el que estamos metidos, pueda cambiar la manera egoísta en que nos relacionamos con el mundo y entre nosotros. Sin embargo, sé que el arte a veces puede obrar milagros, aunque sea milagros íntimos, que afectan a una sola persona. Pienso en Le Guin, por ejemplo, que me enseñó lo que era el género y la importancia de la mitología en la urdimbre de las sociedades en La mano izquierda de la oscuridad y cómo sería un mundo no gobernado por la economía de mercado, como en Los desposeídos. Pienso en tantos libros de ciencia ficción que me hicieron replantearme el mundo que conozco. Pienso en el propio Tolkien, que me hizo valorar las cosas pequeñas y rutinarias con El hobbit
Y si estos libros y muchos otros, y poesía, y videojuegos... que no menciono ahora, han podido tocarme a mí, es que el arte tiene esa capacidad de tocarnos, si se lo permitimos, si estamos abiertos a ello. 
Quizá la clave sea no lo que el arte de los otros puede hacer por nosotros, cómo nos puede influir, sino lo que el arte propio puede hacer por nosotros mismos. No en escuchar las palabras del artista-chamán y tomarlas al pie de la letra, sino en escuchar a muchos chamanes, tantos como podamos escuchar de forma atenta y entregada, pero sin fundirnos con ellos en una vorágine de arte sin sentido, puro entretenimiento. No creo que ningún arte que merezca la pena haya sido concebido como entretenimiento, así que tomémoslo como lo que es en realidad, un llamamiento a entender mejor la condición humana, un intento de sanar el alma.
Pero no nos quedemos ahí. El arte no está concebido para consumirlo pasivamente, sino para inspirarnos y llamarnos a hacer más arte, el arte propio. Todo el que ha escuchado alguna vez una melodía exquisita y deseado componer algo así debería, cuanto menos, intentarlo, aunque fracase una y otra vez; todo el que ha sentido más allá de los ojos la profundidad de un paisaje, pintado o real, debería retratarlo por el medio al que solo a esa persona le corresponde; todo aquel cuyos recuerdos estén plagados de escenas y personajes que han creado otros debería crear los suyos propios y, a su vez, tal vez hacerse un lugar en la imaginación de los demás.
Esta es, entonces, mi hipótesis, mi mejor respuesta a la pregunta de qué bien podría hacer el arte en un mundo así: si nosotros también nos convertimos en artistas-chamanes y somos valerosos para enfrentar lo que suceda en nuestras obras, el mundo sí que podrá sanar. Creo que entonces, y solo entonces, el arte puede hacer un bien extraordinario.
Y por si tienes curiosidad, aquí te dejo el "Mensaje para los artistas" de McKenna (en inglés).

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