‘Elsa’: un poema perdido y reencontrado

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En cuanto gané mi primer sueldo como correctora, esto fue lo que compré, casi más por necesidad que por capricho. Había tenido en mi posesión un pequeño librito de poemas del maestro Borges que le había sustraído a mi padre ("¿Me dejas este libro, papá?" "Sí, hija". Me lo quedé en préstamo casi diez años), y mi padre un día había ido a buscar algún poema tenuemente grabado en la memoria y había descubierto que no estaba. Sospechó de mí en primer lugar.
 
Esta edición de Lumen es hermosa. Tapa dura, tipografía serif dorada, chaqueta negra y elegante, amplios espacios en blanco para que respires entre poema y poema, el olor a nuevo que comparten todos los libros durante un tiempo. Le faltan las pequeñas marcas que había dejado mi padre en el índice, junto a cada poema que, suponía yo, le había gustado. Mi padre y yo coincidíamos bastante en gustos, pues sus marcas solían llevarme a poemas sobre los que volvía una y otra vez, atrapada por un verso inigualable. Creo que la poesía de Borges tiene esa cualidad, la de los versos que despuntan brevemente. 
 
"Entre mi amor y yo han de levantarse | trescientas noches como trescientas paredes", "Fuiste el fuego. En la pánica memoria | no eres hoy la ceniza. Eres la gloria.", "Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar; | El tiempo ha sido mi Demócrito."
Y "Elsa, en mi mano está tu mano. Vemos | en el aire la nieve y la queremos".
Un poema que prácticamente puedo recitar entero, si me das tiempo y me permites algún tropiezo, porque es muy cortito y fluye vigoroso de principio a fin. No tengo muy buena memoria para la poesía, por lo que esta vez, intentando recordar "Elsa", me encontré con que había olvidado una parte.
Fui primero a mi flamante nuevo libro, pero no lo encontré. En fin, es un libro grande, es de noche, estoy cansada; es probable que lo haya pasado por alto. Acudí entonces al benefactor de todos los desmemoriados, Google. Escribí ese verso que aún recordaba, "Elsa, en mi mano está tu mano", porque sabía que si escribía "poema Elsa de Borges" o algo así no lo encontraría (ya me había pasado antes). El poema estaba ahí, en segundo o tercer lugar, pero primero había un artículo del periódico Milenio llamado "La visita de su voz". Con ese título no podía ignorarlo.
No suelen interesarme las biografías de los escritores que admiro. No quiero saber que fueron personas de carne y hueso, con sus pequeñas y grandes mezquindades. En este caso, seguí leyendo por curiosidad hacia la figura de Elsa, que yo he imaginado como el amor más real de Borges, solo por este único poema. Si sabes algo de la vida de Borges, probablemente ahora te estés echando las manos a la cabeza, pero recuerda que yo no sé ni he querido saber nunca nada.
Según el artículo y su biógrafo y amigo Di Giovanni, Elsa y Borges se casaron en el 1967 (la fecha en que Borges firma el poema). Ella era una viuda de 57 y él soltero aún a los 70 años. Se divorcian al cabo de tres años. Elsa resultó ser una persona codiciosa y vulgar que ponía nombre a sus abrigos de piel en base a la procedencia del dinero de Borges, según afirma su biógrafo: este abrigo es Walt Whitman; este otro, Cervantes. Se habían conocido años atrás, cuando ella todavía estaba casada. El último día del año 1943 (más de veinte años antes de la boda fatídica), Borges le escribe a Elsa: “No se vaya de mi vida. No sé lo que usted puede darme; yo le pido esto: la certidumbre de yo ser alguien para usted, la visita de su voz”.
Al parecer, el poema "Elsa" había dejado de incluirse en las antologías a partir del año 1989, tres años después de la muerte de Borges. No entiendo por qué tardó tanto en relegarlo al olvido, si es que lo hizo para dejar de tener presente la figura de Elsa en su vida. No sé por qué otro motivo enterraría alguien este poema, y ese verso tan preclaro, "en mi mano está tu mano".
Aquí está entero, por si alguna vez alguien tiene necesidad de él y no lo encuentra (yo ya me lo he transcrito a mano en mi libro, en una de las hojas blancas finales, esas hojas "de respeto", porque creo que rescatar la buena literatura, aunque sea en contra de la voluntad del autor, es otra forma de respeto, quizá más profunda). 
Noches de largo insomnio y de castigo
que anhelaban el alba y la temían,
días de aquel ayer que repetían
otro inútil ayer. Hoy los bendigo.
¿Cómo iba a presentir en esos años
de soledad de amor que las atroces
fábulas de la fiebre y las feroces
auroras no eran más que los peldaños
torpes y las errantes galerías
que me conducirían a la pura
cumbre de azul que en el azul perdura
de esa tarde de un día y de mis días?
Elsa, en mi mano está tu mano. Vemos
en el aire la nieve y la queremos.
Jorge Luis Borges.
Cambridge, 1967.

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